Esta vida tan hermosa
Fecha: 12/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
ESTA VIDA TAN HERMOSA
Infidelidad consentida, hetero. La calentura exacerbada de su mujer gozando con otros hombres le produjo una sensación nueva bastante agradable.
La intuición de las mujeres es, sin duda, algo que no puede estar en discusión. Celia, mi esposa, descubrió de manera intuitiva mucho antes que yo mi verdadera sexualidad y descubrió, sobre todo, que calzaba perfectamente con su propio instinto de hembra que de otra forma jamás se hubiera manifestado. Ahora, a varios años de casados, todo está perfectamente claro para ambos, pero cuando recién iniciamos nuestra vida juntos yo no sabía y, estoy seguro, Celia tampoco, a donde iría a parar nuestra unión.
Celia es una mujer simplemente despampanante. Su cuerpo, de formas absolutamente perfectas, ha sido siempre el centro de la atracción de todo al mundo, habiendo ella dejado, por casarse conmigo, una promisoria carrera de modelo que estaba iniciando cuando nos conocimos. Por otra parte, hay que decir que el amor, ese sentimiento sublime que en nosotros se independizó de las degradaciones de la carne, no sólo nos llegó a ambos por primera y única vez, sino que hasta este mismo momento en que escribo llena cada minuto de nuestra vida de pareja. Pero no ocurrió así con el sexo, como lo verán más adelante.
Desde el comienzo hicimos instintivamente una clara separación entre amor y sexualidad. Nuestras relaciones en la cama fueron siempre extrañas, violentas, áridas, de un placer brutal sin que el amor ...
... llegara jamás a mezclarse en ellas. Celia desnuda y abierta de piernas, se convertía en una puta real, viéndome únicamente como el macho que la iba a ensartar, dispuesta sólo al placer sin freno. Ni siquiera me nombraba porque simplemente en ese instante yo era, como lo dije, un hombre más entre sus muslos. Saciada la lujuria, volvíamos a la ternura inefable que nos une hasta ahora de manera indisoluble. Desde esos inicios supe, sin embargo, que junto a mí tenía un volcán que un día iba a estallar, y la curiosidad, y, por qué no decirlo, el temor que me recogía el estómago, me hacía preguntarme siempre cuál iba a ser mi reacción cuando ello ocurriera.
Nuestra vida de casados se desarrolló casi sin altibajos en los primeros años salvo por un incidente que, a decir de Celia mucho más tarde, le abrió a ella los ojos respecto del camino que debería tomar nuestra sexualidad. Este hecho, que pudo destruir nuestra relación, pero que al final fue casi una anécdota sin trascendencia, fue la vez que ella me engañó con otro hombre habiéndola sorprendido en plena relación sexual en un viaje que hicimos a Miami. Soy un hombre con un gran sentido de practicidad y entendí de inmediato, por los antecedentes, que se trató sólo de una calentura pasajera pues el sujeto era un vecino de pieza conocido esa mañana y que esa misma tarde retornaba a su patria en Europa. Era, pues, un engaño sexual, una aventura vacacional, y no una sórdida historia de amantes. En esa ocasión, en vez de irrumpir furioso ...