1. La mamá de Joaquín


    Fecha: 16/09/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... parece interesante. —contesté.
    
    El doctor Ceballes exhaló por la nariz, más fuerte que antes. Sus manos se deslizaron por la blusa, y llegaron hasta mis senos.
    
    —Estoy seguro de que va a ser una excelente secretaria. —dijo, masajeando mis tetas.
    
    Me apoyé contra el respaldo. El viejo sabía tocar, eso tengo que reconocerlo, mi cuerpo enseguida empezó a encenderse.
    
    Después de deleitarse un rato con mis tetas, dejó de masajearme y apoyó su pelvis sobre mi brazo. Su insignificante verga se estaba endureciendo.
    
    —¿Esta es su fantasía Dr. Ceballes? —Pregunté, mirándolo a los ojos. —¿Qué la secretaria se la chupe en la oficina?
    
    El doctor Ceballes se desabrochó el cinto y se bajó el cierre del pantalón. Con un movimiento de su mano sacó su instrumento afuera. Su pantalón cayó hasta los tobillos.
    
    —Creo que no le alcanzaría con duplicarme el sueldo. Yo valgo más. Ya verá. —dije. Él rió, divertido.
    
    Acaricié sus testículos con mis dedos, con mucha ternura. Eran pequeños y desiguales, y en el vello había muchas canas. Lo miré a los ojos. Quería ver su expresión cuando diera el siguiente paso. El doctor Ceballes me acarició el pelo, y su rostro expresó, por adelantado, el placer que esperaba recibir.
    
    Entonces cerré mi mano sobre los testículos.
    
    Se sintió blando. No los apreté con mucha fuerza, pero inmediatamente, el doctor Ceballes se retorció de dolor. Sus rodillas se cerraron, sus manos, instintivamente cubrieron su entrepierna. Cayó al piso y largó un gemido ...
    ... de dolor. Se notaba que hizo un esfuerzo inmenso para no gritar.
    
    —Nunca sería su puta. — dije —. Ni aunque me pague un millón de dólares. Y si me vuelve a molestar lo acuso con el doctor Mariano, le pongo una denuncia, y le digo a su esposa las porquerías que hace. Le juro que se va a arrepentir.
    
    Lo dejé en el piso, gimiendo de dolor.
    
    Cuando salí de su oficina, me encontré con el Dr. Aristimuño, quien acababa de despedir a su cliente.
    
    —¿Pasó algo? —Preguntó.
    
    Supongo que me notó alterada, o quizá escuchó el gemido de su colega.
    
    —Pasa que no soy ninguna puta, y lo que le dije al idiota de su colega, también va para usted. Vaya y pregúntele.
    
    Lo dejé con la boca abierta y me fui a mi casa.
    
    Nunca me había sentido tan fuerte como en ese momento. Ni siquiera la posibilidad de perder el trabajo nublaba mi buen humor.
    
    Pero cuando llegué a casa noté que Joaco estaba mal. Se lo veía muy serio. Hasta asustado.
    
    —¿Le pasó algo a tu papá? —fue la primera pregunta que me vino a la cabeza.
    
    —No, nada que ver.
    
    —¿Entonces?
    
    —¿Te acordás de Pitu?
    
    ¿Y cómo me iba a olvidar de él? Pensé para mí.
    
    —¿Tu compañero? Sí, claro que me acuerdo.
    
    —Está en el hospital. — me dijo Joaquín.
    
    Sentí que en mi cabeza, todo empezaba a dar vueltas.
    
    Joaquín
    
    El ambiente en la escuela se sentía muy tenso. Y el miércoles, cuando los del turno tarde tenían la clase de educación física, la cosa parecía grave.
    
    Era recreo. Yo estaba en el corredor al lado del aula, con ...
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