1. Violadores seriales (Capítulo 1)


    Fecha: 15/10/2022, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    La presa estaba acorralada. Nosotros, los cazadores, habíamos puesto trampas para que cayera, y ahí estaba ella. Se llamaba Alexia. Ale para sus conocidos. Ali para los más cercanos. Fui yo personalmente quien la eligió. Cuando, en nuestra última reunión semanal, se la propuse a los otros cazadores, se les hizo agua la boca. Ali era la presa perfecta.
    
    La habitación estaba oscura, apenas iluminada por la débil luz que emanaba una lámpara. Había invitado a Alexia a una fiesta de disfraces. Su primera sorpresa se la llevó cuando vio que los invitados, aparte de ella y yo, sólo eran otros tres hombres. Iba disfrazada de Minine Mousse. O algo parecido. Una pollerita roja con lunares blancos, una remera ceñida color blanca, con los puños estampados igual a la pollera. En su cabeza, una bincha con dos círculos grandes que hacían de orejas de ratón. Los finos labios estaban pintados de un rojo intenso.
    
    -¿No va a venir nadie más? -Preguntó ingenuamente.
    
    Esa era una de las cosas que más me gustaba de ella: su ingenuidad. Alexia tenía una cara hermosa. Piel blanca, un tanto alargada. Ojos marrones, nariz pequeña, con las ventanas más abiertas de lo normal. Su figura era esbelta. No había mucha voluptuosidad en su cuerpo. Pero a sus veintitrés años, tenía todo perfectamente firme.
    
    -Parece que no, pero con nosotros te vas a divertir. -Contestó Diego. Un rubio regordete que iba disfrazado como el César.
    
    Los cinco estábamos alrededor de una mesa. Alexia estaba rodeada por ...
    ... Diego y por mí. Él apoyó su mano en su pierna. Corrió la pollera hacia arriba, y la piel de los muslos comenzó a quedar a la vista.
    
    -No ¿Qué hacés? -Se exaltó.
    
    Intentó ponerse de pie, pero yo la agarré de la cintura y la mantuve en su asiento.
    
    -¿Qué pasa Edu? -preguntó, dirigiéndose a mí.
    
    Los otros tres miraban la escena con expresión lujuriosa. Los lobos mostraban sus colmillos.
    
    Yo les había dicho que Alexia no iba a oponer mucha resistencia. Que no iba a acceder, que iba a pedir que la dejen, pero no iba a gritar. Y que al final iba a ceder a todos nuestros deseos. Los cazadores habían quedado encantados con la descripción. Salvo Leandro, que ahora, detrás de su máscara de Frankenstein, emanaba su violento deseo de poseerla por la fuerza, los otros cuatro preferimos a las presas reacias pero sumisas. Alexia era una de ellas. Yo lo sabía. Éramos compañeros en un taller de teatro. Compartimos varias salidas, y yo supe sacarle información. Sé reconocer a una sumisa incluso cuando ellas mismas no saben que lo son
    
    Me dio algo de lástima cuando su rostro reflejó que comenzaba a entender todo. Yo le había hecho la cabeza desde hacía meses. Estaba convencida de que albergaba sentimientos románticos por ella. Pero nada más lejos de la realidad.
    
    Alexia miró uno a uno a todos los cazadores. Y finalmente a mí.
    
    -Para esto me trajiste. -Me recriminó.
    
    -Tranquila, está todo bien. -Fue mi respuesta vacía.
    
    Diego levantó aún más la falda. Su bombachita blanca quedó ...
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