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La cena
Fecha: 11/11/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Eran las ocho de la tarde y aún tenía que llegar a casa y prepararme. Habíamos quedado a las diez, en ese restaurante italiano, que llevabámos tiempo queriendo conocer y poder degustar pasta y pizza de primerísima calidad. Abrí la puerta, solté mi maletin de trabajo en la mesa. Fui al dormitorio y abrí la mesita de noche en busca de mi ropa interior, abrí el armario, y cogí el modelito elegido para la ocasión. Me dirigí a la ducha y abrí el grifo, dejando caer el agua caliente sobre mi pelo, mientras enjabonaba todo a excepción de mis zonas erógenas. David era una fetichista de los olores y quería que si surgía la ocasión pudiese respirar entre mis piernas bien excitado. Me envolví en la toalla y peiné mis ondas ya pronunciadas por el efecto mojado. Me puse mis braguitas más sexy y un corsé encima, de esos que tienen mil corchetes para desabrochar y se ciñe al cuerpo, mis medias a medio muslo que iban unidas por las tiras al cojunto de lencería blanco. A continuación, me puse mi falda entubada ,negra, que marcaba mis nalgas, top blanco y blazer negra con un botón debajo de mi pecho escotado. Me calcé los zapatos y me pinté los labios de color rojo. Ya estaba lista. Me repasé en el espejo antes de salir de casa , con aire tímido, esperando estar a la altura de sus expectativas. Cuando estaba llegando a la altura del restaurante, lo ví en la puerta, de espaldas, me encantaba su porte y como le sentaba la ropa, había escogido unos vaqueros no ...
... ceñidos, que dejaban libre mi imaginación para con su culo, una camisa y una chupa negra de esas que me ponen a mil. -Buenas David, ¿Que tal? -Hola Sandra Nos besamos en las mejillas de una manera formal. -He llegado primero. Puse los ojos en blanco, con media sonrisa en mis labios. -Ya veo, aunque no he llegado tarde, sino justo a tiempo. ¿ves? Las diez. Puso cara de pícaro orgulloso y abrió la puerta de entrada para ir hacia la mesa que teníamos reservada. David se sentó y yo me quité la blazer y la puse en la silla. Pude ver que me escaneaba con los ojos, con mirada tensa cómo cuando tragas saliva, y tienes que controlar tu impulso mas primitivo. Y él, no era el único que se sentía así, porque mis braguitas estaban ya humedecidas. Una vez sentados, el camarero nos cogió nota de lo que íbamos a tomar, y rompimos el hielo hablando de nuestros trabajos, proyectos, próximas metas, de locuras de nuestra juventud, y de la situación política del país. Entre charla llegaron los platos, que tenían una pinta de muerte, aunque no más que el cuerpo que tenía frente a mí. (aunque solo lo pensé). David pidió pizza, una de esas de especialidad de la casa, y yo una pasta carbonara. -Tienes salsa ahí- dijo señalando mi boca. -¿Aquí?- pasé mi dedo por la comisura de mis labios y lo lleve a mi boca. -Si, justo ahi- dijo sin poder parar de mirar como lo había saboreado. -No te he dicho nada , pero vas guapa. -Gracias, yo tampoco te lo he dicho ...