El regalo: Un antes y un después (Decimonovena parte)
Fecha: 26/11/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... naturalmente eróticos, contribuyó a que sin pensarlo, mi cabeza, –la de abajo–, traicionara mi consciente resistencia y mi verga cobrara en pocos segundos, vida propia.
Distinguida ella, tanto en sus formas como en sus refinados movimientos, sirvió Martha las tres copas, sin preguntar a nadie, volcó en dos de ellas algunos cubitos de hielos, creo que de a tres por cada una, más la última, la que dejó servida sobre la bandeja, a esa no le agrego ni uno solo. Me entregó las dos copas, y me dirigí hasta la cama donde esa otra madura belleza de mujer se encontraba, ya también con su bata completamente abierta.
—Toma preciosa. ¡Puff! Suspiré. —Hummm, entre ustedes dos me van a matar de un infarto. Son preciosas y además con esas divinas tentaciones… No sean así conmigo, que date cuenta Almudena, me ponen malito. —Le dije, mientras ella recibía con su mano izquierda la copa y con la otra me entregaba la colilla de su cigarrillo, con una inestable longitud de ceniza.
Miré entonces a mí alrededor y no estaba el puto cenicero en ninguna parte. Desnudo y cubriendo como podía con mi mano libre, mi verga tiesa, salí de la «habitación del pecado» para ir por el que yo tenía sobre la mesa del parasol al lado del jacuzzi. Cuando regresé con un rubio de los míos en la boca, Martha chillaba de dolor porque Almudena había colocado una pinza larga y delgada, al parecer bañada en oro, pellizcando uno de sus pezones. Estaba unida a otra, en el extremo de una fina y delicada cadena dorada ...
... de tres lazos, en cuyo centro había una argolla algo gruesa y desde allí se descolgaba otra cadena igual de hermosa con otra de aquellas largas tenazas. Me senté al lado izquierdo de la cama, con el cenicero a un costado y di un corto sorbo a mi copa de Jerez, mientras observaba el rostro de Martha, que manteniendo cerrados sus ojos, aceptaba ya sin rechistar la dolorosa compresión que ejercía la otra pinza en su otro botoncito de carne, acrecentando el rubor fresa de ese pezón.
—¡Válgame Dios!… ¿Ya empezamos de nuevo con las demostraciones Almudena? —Le pregunté un tanto excitado, aunque ya con la domesticada flacidez en mi pene.
—Jajaja Rocky, tesoro… ¿Pero que culpa tiene la estaca si la rana salta y se ensarta? Además es tan solo una bella decoración, nada grave ni doloroso. ¿No es cierto tesoro? —Le preguntó a Martha quien ya abriendo los ojos, nos mostraba la tez de sus blancos pómulos, bastante sonrojados.
—¡Ouchh! Pero si duele un poco mujer. ¿Y este otro para qué? —Le preguntó a Almudena con inocencia.
—Ven, déjame mostrarte. —Le respondió, para a continuación tomar la tercera pinza que le llegaba un poco más abajo de su bien recortado vello del pubis e hizo Almudena la maniobra con dos de sus dedos, para abrir con ellos, los labios vaginales de su amiga y exponernos un clítoris mediano y rosado, retirando el capuchón que le protegía.
—¡No! –Gritó Martha–. ¡Eso sí que no! Debe doler bastante, no por favor. —Y se apartó presurosa de un salto. —¡Yo solo ...