1. Pezones pellizcados


    Fecha: 03/01/2023, Categorías: Infidelidad Autor: danynitajo, Fuente: CuentoRelatos

    Era una tarde de viernes, el trabajo estaba un poco quieto, y sentado en mi oficina veía a mi nueva secretaria, hacienda sus quehaceres en el pasillo justo afuera de mi oficina. Melba era una chica joven, rubia y de un cuerpo bastante aceptable. Melba entro a mi oficina y se puso a recoger y ordenar mí desordenado escritorio, yo me hice el ocupado y solo la miraba de reojo, le tenía unas ganas locas, que mujer tan atractiva, las feromonas volaban por mi nariz y se me erizaban los vellos de solo pensar en estar a solas con ella, ella no decía nada y me avente y le dije si quería tomar algo al final de la tarde cuando ya todos estaría saliendo para sus hogares un fin de semana aburridor.
    
    Note se le abrieron los ojos, esos ojos que parecen adormilados pero sensuales, y me dijo que listo, que saliéramos al barcito a la vuelta del edificio a tomar alguito.
    
    Ya sentados en el bar, picamos lago y nos tomamos unas copas de dulce ron dorado, charlábamos amenamente y después un rato ya las risas y comentarios nos habían dado confianza para tutearnos.
    
    Ya habíamos hablado de nuestras familias, ella soltera, yo casado pero a la vez medio abandonado en mi relación de pareja. Seguimos charlando y una tocadita aquí y una palmadita allá, nos fue acercando y el licor a la vez nos soltaba más, de u momento a otro nos encontramos dándonos picos hasta que no dimos uno de esos besos épicos, un francés espectacular. Disfrutamos nuestros besos, pero ya era hora de regresar a la oficina. ...
    ... Al estar cerca solo caminamos lado a lado ya sin tocarnos, las calles ya solas nos permitían agarrarnos de manos sin los ojos de algún chismoso sobre nosotros. Mi verga estaba dura como una piedra y me imaginaba a Melba con su entre pierna húmeda y un probablemente un aroma dulcemente cautivadora.
    
    Subimos en el elevador magreándonos y besándonos, hasta el piso de nuestra ya abandonada oficina en el piso 28.
    
    Entramos tropezándonos, en la oscuridad del espacio, y tanteando llegamos a mi oficina, encendimos la luz, y baja la persianas de mis ventanas interiores por si a alguno de los empleados se le ocurría llegar de improviso a quien sabe hacer que cosa.
    
    Me acerque a ella y le ofrecí algo de tomar, me dirigí al bar que siempre mantengo surtido y le serví un whisky, un single malt, de 18 años. Observe a mi alrededor, encendí el televisor para poner algo de música, y nos acercamos a mi escritorio. La hice sentar en el borde del mismo de frente a mí, le abrí las piernas lo más que la pequeña faldita permitiera, tomando con aire y buena vista los ajustados interiores de una tanguita moradita, que deseaba quitar con mis dientes.
    
    Los labios hinchados de su vagina inflaban como un globo travieso, la ajustada tanga. Por las comisuras del encaje salían una que otro vello. La baje del escritorio y dándole la vuelta le levante la falda admirando su hermoso culito, esas nalgas duras, y de un tamaño ideal, lo suficiente para llenar mis manos. Le di una palmada, y la condenada, ...
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