1. Humedad


    Fecha: 08/01/2023, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Rosita se sentó en la playa un día de noviembre. El sol, a mediodía, lucía vigoroso: Rosita sintió calor. Se quitó el jersey, la camisa, la falda: se quedó en ropa interior. Conservó las zapatillas deportivas, por si había que correr: no podía saber con seguridad si algún pervertido vendría a molestarla. La pálida piel de Rosita se calentó. Pensó en quedarse en top less, pero no quiso: sus tetas eran grandes, de anchas y morenas areolas: daría mucho la nota. Rosita cerró los ojos y se acostó en la arena. Le vinieron a la mente alegres recuerdos de su juventud: las acampadas con amigos, tan llenas de juegos amorosos, la noche aquella en la que folló con tres chicos a la misma vez. Rosita pensó que eso no le volvería a suceder más, tampoco es que ahora, en esta etapa de su vida, lo deseara, digamos, habitualmente, aunque de vez en cuando..., ¿por qué no? Rosita pensó que ya cuadragenaria no debería ni plantearse algo así. A Rosita se le humedeció el chocho.
    
    "Mira, ¿has visto a la vieja esa?", dijo admirado Ricar a sus amigos, señalando la playa; "Vaya..., sí", dijo Cristo; "Está para hacerle un favor", dijo Benja. Los tres, con los ojos como platos, observaban a la mujer. "¿Habéis visto, qué muslos, qué tetas..., habéis visto?"; "Y debe tener buen culo"; "Para ser una vieja no está nada mal", dijeron los tres. "Vamos", decidieron.
    
    Rosita abrió los ojos cuando notó un salpicón de arena en su vientre. Rosita se vio rodeada: tres jóvenes muchachos, dos a sus costados, uno ...
    ... a sus pies, erguidos, la miraban. Rosita se incorporó; se quedó sentada. "Oye, vieja, estás buena", empezó Ricar; "Para mojar el churro", continuó Cristo; "Te follaremos", finalizó Benja. "¿Aquí?", preguntó Rosita, "¿en público?". "Oye, vieja, aquí no viene nadie a esta hora, ¿o no sabes lo del toque de queda?". A Rosita se le había pasado: se había quedado medio dormida, y eran más de las cinco. "La poli", arguyó. "Bah, la poli", dijeron. Entonces Rosita hizo amago de correr: se levantó, dio un salto... Pero un empujón acabó con sus huesos sobre la arena. Ricar se subió sobre Rosita, se sacó la polla de sus pantalones y, apartando la breve tela de las bragas de Rosita, la penetró. "Uff, vieja, me pones..., uff", gruñía. Cuatro secos golpes de cintura y se corrió. Llegó el turno de Cristo. Éste llegó con la polla sacada, muy dura; le bajó las bragas a Rosita hasta las rodillas, se subió y la penetró. Veloz. Gritó de alegría cuando se corrió. El último, Benja, necesitó verle las tetas, necesitó ver cómo éstas vibraban, por eso le quitó el sujetador a Rosita, para correrse tras diez sacudidas. "Vieja, qué felices nos has hecho, no nos denuncies, diremos que ha sido consentido", dijeron entre los tres. Rosita se levantó, se puso de rodillas y comenzó a vestirse sin mirarlos siquiera.
    
    En cierta manera, sí, había sido consentido, ya que Rosita no opuso resistencia, incluso, dado el aburrimiento en el que vivía, le fascinó: verse como un reclamo sexual ante unos chavales no le ...
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