El sabor de la doble malta
Fecha: 08/01/2023,
Categorías:
Intercambios
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Ha pasado casi una semana desde que Anna me contó su pequeña historia con nuestro amigo Gerard... me gratificó escucharla la verdad, por lo visto no era el único que cae en la tentación, en mi caso, con Carla, la novia de nuestro amigo... pero empecemos desde el principio antes de entrar en detalle respecto lo que pasó en el comedor, mientras nos dejaron a solas.
Hace más de 5 años que nuestros amigos llevan saliendo, pero no ha sido hasta hace un par de años aproximadamente que nuestra relación ha ido estrechándose. Sin saber el momento ni el lugar, las bromas y el cachondeo entre Carla y yo era evidente, y sin motivo alguno, puede que el simple vicio por las cervezas, nos llevó a quedar a solas en cualquier terraza de la ciudad para bebernos las cervezas que pudiésemos antes de marchar a casa.
Debo admitir, que la primera vez que quedé con Carla, no las tenía todas conmigo con que fuésemos a reír tanto como ocurría cuando quedamos con el resto del grupo de amigos, pero la realidad, fue tan divertida y amena que sin darnos cuenta, habían pasado más de 3 horas y habían caído unas 6 cervezas.
Las quedadas nacían de manera improvisada y de sorpresa. En muy poco tiempo, se convirtieron en una pequeña rutina, unos días más, otras menos cervezas, pero cada día forjábamos más intimidad, más secretos y mejor relación. Pocas semanas hemos dejado de cumplir con “nuestra famosa tarde de birra”.
No nos limitábamos solo a estas tardes, raro era el día que alguno de los dos ...
... no se acordara del otro con cualquier meme o mensaje vía WhatsApp o Instagram. Había cambiado mucho nuestra relación respecto a la cordialidad de los inicios, a la intimidad que ahora manteníamos.
Pero el rumbo comenzó a cambiar al inicio del verano pasado. En vez de quedar para tomar unas cervezas y aliviar el calor sofocante que sacudía Barcelona en el mes de Junio, decidimos pasar la tarde en la playa, muy cerca de su piso. Por suerte, ambos disfrutamos de horario de verano, por lo que la idea de pasar la mayoría de la tarde en la playa, bañito arriba, bañito abajo, me apetecía muchísimo.
Carla, vive con mi amigo en un piso muy cerca de la playa, a escasos 10 minutos, una maravilla vaya. Quedamos frente su portería, así no nos costaría mucho encontrarnos entre tanta muchedumbre que ya llenaba la arena de la playa de Barcelona.
Como siempre, Carla, venía con una sonrisa de oreja a oreja. Nada más verme, me advirtió que había quedado para comer con una amiga y que habían bebido más de la cuenta, con lo que si decía tonterías no las tuviera en cuenta. Llegamos a la playa, nos intentamos alejar de la concentración de guiris que se junta a las puertas de los hoteles, para así, disfrutar de algo más de espacio.
El calor apretaba muchísimo, me sentía fatigado. En cambio, mi amiga Carla parecía ir como una rosa, vestida con un vestido de una pieza y unas simples chanclas. Y por fin, elegimos un hueco entre pequeños grupos de amigos y alguna pareja. Deje caer mi mochila, ...