Ama Sandra (Cap. 6) - Relatos Eróticos

Ama Sandra (Cap. 6)

... para vigilarla y entrenarla en lo que tuviera dudas y así poder cumplir con la meta económica previamente establecida por su Excelencia. La perra no tuvo objeción en que se quedara lambi, de todas maneras era su compañera

Llegó la hora por fin de cerrar el negocio por ese día, tanto lambi como la estúpida coordinadora se dirigieron al reino y apenas llegar postrarse ante su Reina, lambi enseguida para adorar a su Dueña y después debía comenzar a lavarle su ropa a mano, para después plancharla y guardarla.

Mientras que la otra estúpida de lengua novata tenía que adorar a su Ama y entregarle las ganancias completas de ese día más el faltante del día anterior. La perra nuevamente agradeció la oportunidad a su Ama. Su Alteza mantuvo en silencio y arrodillada a sus pies a su incompetente esclava mientras hacia la contabilidad y verificara ni un solo billete. Una vez que el Ama terminó de verificar sus ganancias dio una patada a su esclava para después ordenarle retirarse a cumplir con sus obligaciones antes de ser la hora de ir a su jaula. La perra asintió bajando la cabeza para después besarle los pies

El poder que ahora tenía Sandra era ya tan grande que hasta la misma directora se había convertido para ...

... ser su perra sin poder tener elección siquiera a pensar, su única gracia permitida era acatar órdenes y crear nuevas reglas en las cuales Sandra tuviera todos los privilegios para que su Excelencia pudiera usar cuando y como a ella le fuera conviniendo o necesitando.

Si algún día por un motivo Sandra no iba a clase o simplemente tenía flojera presentarse, le bastaba levantar el teléfono y comunicarse con la directora para que se encargara de las asistencias y de mandarle las tareas, las cuales debían ser entregadas a sus maestras choferes que tenían la obligación de llevársela.

El reinado de la Emperatriz crecía y fortalecía de una manera acelerada a tal grado que ya hasta su familia la cual antes se desbarataban por darle una educación, ahora hasta ellos eran obligados a pedir cita y esperar llamada de su propia hija para verificar si habían tenido la suerte de ocupar aunque fueran 15 minutos del valioso tiempo de su ahora hija la Emperatriz, y en el caso de lograr ese espacio debían esperar a que su Alteza apareciera para después al entrar ellos arrodillarse para saludar y dirigirse a ella mirando al piso y en un tono que no le incomodara a la Emperatriz, su poder era absoluto sin importar quien fuera.