Bajo la mesa
Fecha: 08/03/2023,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Me llamo Fernando. Tengo cuarenta y dos años y trabajo en una gran empresa de seguros, donde me encargo del mantenimiento de los equipos informáticos.
Aquel día había quedado con Marta para llevarla al intercambiador de autobuses ya que su coche había sufrido una avería.
Marta era una mujer madura, de unos 55 años, morena, esbelta, algo rellenita, aunque su figura dejaba adivinar que fue dueña de un gran cuerpo hace veinte o veinticinco años. Por supuesto, jamás me había fijado en ella como mujer y, mucho menos, como posible compañera de juegos sexuales.
A las cinco de la tarde es la hora de salida y habíamos quedado en la puerta para irnos. Eran las las cinco y media y ya no quedaba nadie dentro de las oficinas. Marta no llegaba y decidir entrar de nuevo al edificio a buscarla.
Allí estaba, sentada en su despacho. Tenía la cara desencajada y un rictus de auténtica mala leche. Le pregunté qué le pasaba y me contestó que tenía que dejar enviado un informe muy importante y el ordenador no conseguía conectarse a internet.
Le dije que no se preocupase y, quitándome la chaqueta, me coloqué a su lado para ver exáctamente qué es lo que pasaba. Automáticamente me subió un aroma absolutamente embriagador, fruto de la mezcla de su colonia y su olor corporal tras una dura jornada de trabajo. No sé que me pasó en aquel momento pero una fuerte erección me sorprendió bajo mi pantalón.
Intenté disimular lo máximo posible y tras revisar que las configuraciones del ...
... ordenador eran las correctas, me dispuse a meterme debajo de la mesa para comprobar si los cables estaban bien conectados. Ella se mantuvo en su sitio terminando algunos papeles.
Me encontré frente a sus piernas y sus pies y no pude evitar observarlas detenidamente. Tenía unas piernas preciosas, largas y seductoras, envueltas en unas finas medias de licra negra, que terminaban en unos zapatos de tacón también negros. Tenía las piernas cruzadas, lo que permitía que el pie de la pierna cruzada quedase a escasos centímetros de mi cara.
No podía dejar de mirarlo y me atreví a acercarme un poco más, hasta casi rozarlo con mi nariz. Su olor era muy agradable. Era profundo e intenso, ya que llevaba más de diez horas sin descanso, pero en absoluto me disgustaba.
Rápidamente vi que el problema del ordenador era que el cable de red estaba suelto, pero lejos de apretarlo, seguí manipulando cosas por allí abajo y aprovechaba cualquier ocasión para rozarme con sus piernas y sus pies. Me di cuenta que ella no rehuia mis roces y que en absoluto se apartaba, por lo que poco a poco fui siendo más osado y los roces eran cada vez más evidente.
De pronto, se separó de la mesa y mirándome fijamente a los ojos me dijo.
-Fernando, ¿no consigues arreglarlo? Mira que es muy urgente y me juego mucho.
-Ya veo el fallo -le dije-, pero no va a ser tan rápido de solucionar. Si te parece bien, lo conecto para que puedas enviar el informe, pero luego tendré que seguir manipulando para dejarlo ...