1. Puede hacerse realidad


    Fecha: 22/06/2018, Categorías: Zoofilia Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... y por la inyección de esperma como por el placer que me estaba produciendo. Nuevamente me vi envuelto en un orgasmo con una copiosa eyaculación.
    
    Después de eyacular, se quedó inmóvil apoyando todo su peso sobre mí. Yo también me quedé totalmente parado, apoyando mis brazos sobre el tronco y las piernas temblorosas ligeramente flexionadas. Sentía su aliento acelerado junto a mi cara y con su hocico había bañado mis hombros y mi cara con su saliva. Me comenzó a lamer mi mejilla agradecido por el momento que habíamos pasado y yo respondía a su gesto girando mi cara y abriendo mi boca. Después de un rato en esta posición se dejó caer y se giró quedando su culo pegado al mío. Su peso me hizo arrodillarme a la vez que se dejaba caer lo cual me produjo mucho daño en mi culo pero luego agradecí por la posición más descansada. De pronto me di cuenta de que, aunque nunca había visto a nadie en aquel claro, cualquiera podía pasar por allí y encontrarnos en aquella posición lo que me hizo que me pusiera muy nervioso. Minutos después Max avanzó unos pasos y su polla salió de mi culo con una ligera explosión, como si de una botella de champagne se tratara. De mi culo salió una cascada de semen que bajo por mis muslos empapándolos completamente. Ambos nos dejamos caer agotados y nos miramos agradecidos.
    
    CAPITULO III
    
    EL DESCONOCIDO Y YO.
    
    El sol caía a plomo en el claro a esa hora del día. No deseaba otra cosa que tumbarme en la toalla a tomar el sol y descansar después de tan ...
    ... agotadora experiencia. Max comenzó a ladrar sonoramente en una dirección determinada y dio unos pasos como queriendo avanzar, pero por más que miré no vi a nadie. Lo sujeté, lo até de nuevo a la correa y me tendí en la toalla, a unos metros de él, boca arriba totalmente desnudo. Max se había calmado y estaba acostado a la sombra de los troncos. El sol produjo en mí una especie de somnolencia que me hundió en una leve letargia.
    
    ¡¡¡Eh!!!.
    
    Oí gritar a mis espaldas. Max dio un salto y se puso a ladrar como enloquecido a un hombre que se acercaba hacia mí a grandes pasos. Me quedé tan sorprendido que no pude hacer otra cosa que levantarme levemente para ver quien se acercaba y me quedándome totalmente paralizado por la sorpresa y el miedo. Era un hombre de unos 40 años, con el pelo negro, rizado y corto. Llevaba puestas unas botas de goma altas y una funda azul de trabajo cuya cremallera llevaba totalmente bajada, lo que dejaba a la vista un pecho moreno y muy velludo. Sus brazos se movían rápidamente alrededor de su cuerpo como queriendo impulsarlo con más velocidad. Sus manos eran grandes y fuertes por un aparente duro trabajo físico.
    
    Rápidamente llegó a donde yo estaba tendido y me sujetó el cuello por detrás con su mano derecha mientras que con su izquierda me sujetaba por el brazo. Max seguía ladrando como enloquecido.
    
    Manda callar al perro.
    
    Me ordenó sin más.
    
    Calla a ese perro o te rompo la cara.
    
    Max. Max; cállate, tranquilo Max. No pasa nada.
    
    Max no ...
«12...567...12»