1. Lo prohibido: bajo las sábanas


    Fecha: 14/05/2023, Categorías: Lesbianas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Hace tiempo que conocí a una chica por internet. Una hermosa mujer que tenía un solo defecto: vivir en otro país.
    
    Cuando hablamos por primera vez, tuve la sensación de que mi vida iba a cambiar para siempre. Nos tratamos por un largo tiempo, pero no tuvimos la oportunidad de concretar algo entre nosotras. Aun así, nunca perdimos el contacto: se había convertido en mi mejor amiga… congeniamos desde el principio, esa química que había entre las dos no nos la quitaba nadie. Pero ella comenzó a salir con más personas y yo inicié un dolor en silencio: tenía que acallar el amor y la pasión que se me desbordaba cada vez que la miraba detrás de la pantalla del celular. Cada vez que veía su hermosa sonrisa, sus ojos somnolientos, su cabello alborotado… todo lo que una persona daba por sentado teniéndola cerca, a mí me parecía de lo más maravilloso: sus enojos, sus berrinches, incluso, sus momentos de tristeza.
    
    Un buen día tuve la oportunidad de mi vida: en la universidad me otorgaron una beca para estudiar en el extranjero. Sabiamente escogí su país. Aún recuerdo cuando se lo conté: su grito casi me deja sorda. Quizás, estaba tan emocionada que pude descubrir un brillo en sus ojos…
    
    Cuando llegué al aeropuerto, ella me hizo un recibimiento cliché, pero lo que más me encantó fue que por fin estaba entre mis brazos: ahí supe que ese era mi lugar en el mundo, con ella a mi lado enfrentaríamos a todo y a todos. Ese recuerdo sin duda quedará grabado en mi memoria para siempre, ...
    ... pues supe que ya estaba enamorada, totalmente jodida en el lenguaje de los otros, de los que se niegan a este sentir.
    
    Honestamente no me esperaba nada de lo que pasó después. Comimos entre risas y miradas, vimos películas toda la tarde; yo la mimaba demasiado y solo pensaba en una cosa: era ella. Me quedé dormida entre sus brazos y cuando desperté ella había preparado la cena.
    
    Una vez que terminamos ella se acercó a mí y me abrazó tiernamente. Me dijo al oído “no te vayas”. Ahí me congelé por completo, había olvidado hasta hablar. Ella sonrió y entonces me besó, me besó con esos labios que tanto ansié probar. Poco a poco la ropa nos estorbaba: sin dejar de besarnos, ella me condujo hacia su habitación. El calor estaba aumentando y una a una de nuestras prendas nos deshicimos. La tumbé en la cama y besé todo su cuerpo, disfrutándola, queriéndola un poquito más. Hice un recorrido de besos desde su boca hasta su sexo, pasando por sus senos y su ombligo para llegar a mi destino. Olía tan bien, pero quería que todo fuera lento y un tormentoso para ella: besé sus muslos, los recorrí con mi lengua y les hice pequeños mordiscos. Después de varias súplicas de ella, rocé mi boca con su sexo, ella suspiró pesadamente; entonces recorrí con mi lengua toda su entrepierna, y ella comenzó a gemir. Abrí mi boca y metí mi lengua a su sexo, ahora sí ella estaba perdida en su mundo. Con mi lengua a dentro jugué con ella, estiré mis brazos y apreté sus pechos para que se sintiera tocada… ...
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