1. Mi profesora de inglés es sugarbaby


    Fecha: 30/05/2023, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mi primera sugarbaby fue mi profe de conversación de inglés, una chica de California, 20 añitos, rubia platino, 120, 60, 90, 1,70m, 60kg aprox.
    
    Me daba clases por 20e/h, quedabamos en bares por Malasaña, en el centro de Madrid, que es lo que les gusta a los guiris. Como yo pagaba el café me decía "que era su papito". Le pregunté que quería decir eso y me explicó lo del sugar. Al que paga se le llama sugardaddy, papito.
    
    y como ella me atraía mucho, le pregunté si podríamos quedar como amigos, manteniendo el acuerdo de las clases. Y aceptó. Un día me dijo que se había torcido el tobillo y que si podíamos quedar en su casa, su compañera de piso estaba fuera, y podriamos estar sin interrupciones. Su compañera era pelín ninfómana segun ella y no me la querría presentar.
    
    Total, que pedimos unas pizzas, y vimos una pelicula. Ella estaba en plan comodo, demasiado para mi, con una sudadera y calcetines largos nada más. En el sofá nos tapamos con una manta, y me puso sus piernas sobre las mias, como en Lolita. Se las coloqué más cerca de mi abdomen. pero no retiré las manos, y se las acaricié. Ella me dijo que acababa ...
    ... de hacerse la depilacion definitiva en todo el cuerpo, y que si me gustaba el tacto. Yo estaba muy excitado. Para coger el bol de las palomitas metió su pie en mi entrpierna, y picaramente me rozo la entrepierna, y me dijo que si me gustaba. Respondí con un asentimiento porque no me salían las palabras. Entonces decidí sacarme el pene del pantalón. Ella se recolocó poniendo su espalda contra el antebrazo, y sus muslos sobre mi, su cadera demasiado pegada a mi. Me recliné para poder poner uno de sus muslos sobre mi abdomen, y con el otro hacer un bocadillo con mi miembro. El roce secreto con su piel me ponía a 100,
    
    Al tener una erección tan fuerte ella debió notar las palpitaciones de mis vasos sanguíneos, porque comenzó a mover sus muslos, acariciándome. Mis manos retenían sus muslos juntos, pero fui deslizando la mano derecha hacia su entrepierna. Llegué al borde de la sudadera y seguí avanzando. Ella separó entonces los muslos y cerró los ojos, metí más la mano y no llevaba tanga. ...
    
    Así estuvimos viendonos dos o tres veces a la semana hasta que llegó Julio y debía regresar a su país para casarse con su novio. 
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