1. Locura junto al fuego


    Fecha: 21/06/2023, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... bellos pies...a María le sorprendió, pero el placer que sintió fue enorme. Jadeaba. Cuando acabó con los pies, le acarició y lamió los pechos. Esos pechos perfectos. Ella estaba muy caliente. Siguió mordisqueándole las orejas, el cuello.....María no podía más. José sabía que era el momento de atacar. Bajó a su sexo, y empezó a lamerlo. La lengua corría arriba y abajo en su abertura. Buscó el clítoris, y se cebó en él. "Diosssssss...qué lengua tienes, cabrón.....", susurraba María. Ella estaba a punto de correrse. Así que José cambió de estrategia. Se puso en pié, y trajo una silla. Se sentó. Ella se puso sobre él y comenzaron a follar salvajemente. La postura hacía que la polla de José entrara hasta lo más profundo del sexo de María. Era un sexo estrecho, apretado, que sólo había sido probado por otro hombre con anterioridad. Fue uno de los mejores polvos de su vida. Lo disfrutaron desde el primer hasta el último movimiento. Al rato, José pensó en cambiar a otra cosa. Le dijo a María que se tumbara en la cama.
    
    Él dirigió su pene hacia su precioso y rosado ano. Ella se asustó. Nunca le había penetrado analmente....."por ahí no", suplicó. José le dijo "no te preocupes, no te haré daño". Y empezó a penetrar muy lentamente y con cuidado aquella cueva virgen. Lo hizo despacio, sin ...
    ... dañarla. Poco a poco, ella comenzó a excitarse. José imprimía más velocidad cada vez a sus vaivenes. Notaba en su pene el roce de aquel culo perfecto. Era un placer enorme. Se iba a correr. "Nunca me he corrido dentro de nadie...", le dijo. Ella respondió: "ni nadie se ha corrido dentro de mi...pero no pares, ya que te hago la gracia, córrete dentro". Y así lo hizo José. Pronto dejó escapar unos calientes y potentes chorros de esperma. Esos que había guardado para ella durante tanto tiempo. Casi desfallece de placer. Pero ahí no acababa todo. José sabía que le quedaba lo más importante. Hacer morir de placer a María. Nuevamente dirigió su cabeza a su precioso y estrecho sexo. Comenzó de nuevo a lamerlo como sabía. Con destreza, sin dejar ni un rincón, y a la velocidad justa. Sin prisa pero sin pausa. Acelerando y descansando con maestría. María se retorcía en la cama de placer. Estaba el borde del clímax. Sabiéndolo, José se centró en su clítoris. Mientras que con los dedos de una mano masajeaba arriba y abajo a gran velocidad éste, con la lengua acompañaba a la mano haciendo que María se sumergiera en un mar de placeres hasta ahora desconocidos para ella. Fue subiendo la intensidad de los roces, y María pronto explotó en un gran orgasmo. Se quedó sin respiración. El sudor le bañaba la frente. 
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