1. El colectivo y ella


    Fecha: 12/08/2023, Categorías: Lesbianas Autor: Leila, Fuente: CuentoRelatos

    Mi nombre es Leila, tengo 27 años y trabajo en una oficina en el microcentro de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Me autopercibo lesbiana desde mi adolescencia, cuando acepté lo que sentía, y desde ese momento vivo una sexualidad plena. Suelo salir con mujeres más grandes que yo, porque las de mi edad suelen no tener mucha idea sobre el sexo.
    
    A la oficina tengo que asistir con vestimenta formal, ya que soy la primera cara que el cliente ve al ingresar. Por eso tengo que tener el maquillaje correcto, mi pelo marrón oscuro recogido en un rodete, y un vestido nuevo cada día. El jueves pasado, llevaba un vestido rosa muy ajustado que tiene un moño debajo de los pechos para acentuarlos. No tengo mucho busto, pero sí tengo que admitir que años de ejercicio me regalaron una cola exuberante.
    
    Ese día, subo al colectivo como todas las tardes, para volver a mi casa. Dos paradas después, sube ella. Una chica de 21 años, un poco más baja que yo. Pelo colorado y una piel muy blanca. Una camisa muy estructurada de universidad privado, que ella altera dejando abiertos los dos botones superiores y dejando ver sus hermosos pechos blancos y, a la vista, suaves. Por alguna razón, muchas veces se para junto a mi durante el viaje, y yo no puedo evitar pasármelo viendo sus tetas. Esta chica, a pesar de ser mucho más joven que yo, me seduce sin siquiera saberlo.
    
    Iba junto a ella otra chica, no tan bonito, riendo y haciendo chistes sobre sus docentes, mientras abría una botella ...
    ... de agua. En eso, mientras yo me encontraba embelesada con sus pechos, el colectivo frena de golpe, haciendo que todos perdamos un poco la estabilidad dentro del transporte, y la botella de agua cae entera sobre la camisa. Las tetas que ya me atraían, ahora se encontraban empapadas, demostrando que debajo de la camisa no había ropa interior. Sus pezones comenzaron a mojarse con el líquido y a endurecerse contra la camisa ahora totalmente ajustada contra ellos. Cuando me doy cuenta, la chica me miraba perpleja mientras yo prácticamente me babeaba ante tanta hermosura. Por la vergüenza, decidí bajarme antes y caminar hasta mi casa. Llegué, y no pude evitar desnudarme, meterme en la bañera y masturbarme pensando en esos hermosos pezones duros.
    
    Al otro día, tuve que volver a tomarme el colectivo para volver a mi casa, no había forma de que volviera caminando de nuevo. A las dos paradas, ella sube al colectivo, pero sola. Hoy no tenía la camisa, sino una remera de tiritas roja, súper escotada, que enmarcaba sus hermosos pechos, y una minifalda rosa muy corta, que dejaba ver una piernas trabajadas y largas. Yo había conseguido un asiento, y ella vino a pararse al mismo lugar donde yo estaba, depositando sus enormes tetas en mi cara, como si fuera pura casualidad. Viajamos un par de cuadras mientras yo fingía que eso no estaba sucediendo, al mismo tiempo que sentía como se me humedecía la tanga que llevaba debajo de mi vestido negro. Tenía tan cerca sus pezones que podía verlos ...
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