Caprichos mañaneros de una gatita en celo
Fecha: 04/09/2023,
Categorías:
Anal
Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos
... mejor. Comienzo a moverme más rápido. Me da muchísimo gusto, no voy a aguantar mucho.
―Oh... sí ―comienza a gemir ella―. Ay, cómo duele... Qué rico.
Sus tetas se mueven con los empujones. Ella lleva una mano por debajo y se toca el coño con desesperación. Sus dedos hacen ruido de chapoteos, está empapada. Yo empiezo a jadear, estoy que exploto. Levanto mi cara hacia el techo, los ojos apretados, muriéndome de gusto. Ella gime y empuja su culo contra mí, arrebatada. Su mano se agita sobre su coño. El olor de nuestros cuerpos lo inunda todo. Se corre como una loca, le tiemblan las piernas, agita su cabeza arriba y abajo, el pelo se le pega en la nuca, por el sudor. Yo me corro dentro de ella, mis manos se crispan sobre sus nalgas, apretándole la carne. Me descargo dentro de su culo, mi pelvis y mi estómago se contraen, jadeo escandalosamente.
Poco a poco los cuerpos se van ralentizando. Yo me dejo caer un poco sobre sus nalgas, respirando fatigado. Ella apoya las dos manos sobre el colchón y baja su cabeza, exhausta. Su vientre se hincha y deshincha agitado. Se deja caer despacio hacia delante. Mi polla sale de ...
... su culo, venosa, el glande muy rojo. Me echo hacia atrás, apoyando las manos sobre las sábanas. Mi vientre sube y baja, buscando oxígeno. Ella se echa de lado y se amodorra entre las sábanas. Cierra los ojos.
Yo la miro de arriba abajo, con deseo. Veo que sonríe, su cara apoyada sobre la almohada.
―¿Ya está satisfecha la señorita? ―le pregunto con retintín, tratando de hablar mientras recupero el aliento.
―Sí ―dice sin abrir los ojos y sin dejar de sonreír―. Ya puedes irte ―me suelta con desdén.
Vuelvo a sentir un chispazo dentro de mí. «Me la cargo», pienso. Aprieto los dientes con deseo y niego con la cabeza, sin dejar de mirarla. Me siento en el borde de la cama y recojo con pereza los calzoncillos. Me los pongo. Luego, cojo los vaqueros y comienzo a meter un pie.
―Saluda a Róber de mi parte ―dice finalmente, sin despegar la cabeza de la almohada.
Yo dejo el pie en suspenso y giro hacia atrás la cabeza. Noto que me enciendo por momentos. No puedo evitar que se me escape una sonrisa. Vuelvo a negar con la cabeza. Entonces sé que tengo que dejar de mirarla, porque si no tendré que cancelar el partido.