El bufete del sexo
Fecha: 14/09/2023,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... el edificio tenía muy buena pinta. Cuando nos montamos en el ascensor empezamos a besarnos de forma muy apasionada.
- Tenía muchas ganas de estar contigo de nuevo. –Le dije-.
- Yo también de estar contigo, me encuentro un poco sola.
El piso estaba muy bien, grande y con una bonita decoración.
- Has tenido más suerte con tu piso que con los locales.
- Pues sí. Le he dicho a la asistenta que deje algo preparado en la terraza para cenar. No sé si tengo más hambre o más ganas de follar. –Me dijo antes de besarme-. Aunque creo que deberíamos cenar primero para coger fuerzas.
- Cómo quieras.
- Perdóname un momento que voy a ponerme cómoda.
Me dejó en el salón y ella desapareció por una puerta que parecía dar a un pasillo. Me dediqué a mirar las cosas que había en el salón y luego me senté en un sofá. Ella volvió con una fina bata de casa, por encima de las rodillas, de color rojo.
- ¿Te apetece un margarita? –Me dijo al entrar en el salón-.
- Claro.
Mientras preparaba la jarra de margarita me pegué a ella por detrás. Me pareció que no llevaba nada bajo la bata.
- ¡Uuummm, que bueno que ya estés así! –Me dijo al notar mi polla erecta entre sus nalgas-.
Salimos a la terraza, en un lado había una amplia tumbona.
- ¿Tomas el sol aquí? –Le pregunté-.
- Me gusta tomar el sol desnuda, lástima que sólo puedo hacerlo los fines de semana. Me aficioné la otra vez que estuve en España. Es un placer casi inigualable.
- Yo quiero aficionarme, ...
... una amiga, que tiene unas tetas casi como las tuyas, es nudista y me está metiendo el gusanillo.
- ¿Te refieres a Mari Carmen, la abogada de Córdoba?
- Sí, ¿la conoces?
- Me la han presentado antes de alguna reunión.
Nos sentamos a tomarnos el margarita en la mesa de la terraza. Sus grandes tetas luchaban contra la fina tela de la bata en la que se señalaban sus pezones, que debían estar ya erectos.
- Parece una chica muy simpática y muy capaz. –Me dijo refiriéndose a Mari Carmen-.
- Y lo es. ¿Con ella tampoco podrías trabajar?
- Creo que con ella sí. Cuando nos presentaron, hubo una especie de corriente de solidaridad entre nosotras por razones evidentes.
Yo no conseguía que se me bajase la erección y me dolía la polla contra el pantalón.
- ¿Te importa si yo también me pongo cómodo? –Le dije-.
- Claro que no, perdóname te lo tenía que haber ofrecido. Ven y te doy un albornoz.
Nos levantamos y la acompañé dentro del piso, cruzamos el salón y salimos por la misma puerta que ella lo había hecho antes. Entramos en un dormitorio que no parecía el principal, de un armario sacó un albornoz y me lo pasó. Se sentó en la cama mirándome mientras yo me desnudaba.
- Me gusta el cuerpo de los hombres jóvenes. –Dijo-.
- A mí me gusta el cuerpo de las mujeres maduras.
Yo seguía con la polla como un palo. Me puse el albornoz, que era incapaz de disimular mi erección y volvimos a la terraza a seguir tomando el margarita.
- Una vez, estando en la ...