1. Anita de tus deseos (capitulo 17)


    Fecha: 07/07/2018, Categorías: Incesto Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos

    Es difícil de explicar lo que significo para mí la llegada de Blanquita. Por un lado tenía una amiga, que de ninguna manera dañaba la relación que tenía con papá, y por otro lado tenía a alguien sobre la que tenía cierto control, sin olvidar, que el control total, absoluto y sin discusión lo tenía papá.
    
    Entró rápidamente en el rol de sumisión frente a papá, un hombre que exige control absoluto, y aceptaba de buen grado mi control, si se puede llamar así.
    
    Lo que más me sorprendió de ella fue que no se sorprendió, valga la redundancia, cuándo se enteró de que éramos padre e hija: lo aceptó cómo si fuera lo más normal del mundo.
    
    Durante la semana, vivía en su casa, sola, ya que no tenía familia en Madrid, pero los fines de semana se venía con nosotros, ya fuera a nuestra casa o fuera de la capital: desde entonces siempre nos acompañaba en nuestras salidas.
    
    En casa siempre dormía con nosotros, por eso, papá cambió la cama de metro y medio por una especial de dos metros: quería tenernos siempre a mano. Los viernes llegaba con papá directamente del trabajo y lo hacia con muy poca ropa, solo lo básico: sabía que, salvo excepciones, no le iba a hacer falta.
    
    Un día fuimos a su casa, un pequeño apartamento en la zona de Pacifico, a inspeccionar su ropero: pocas veces me he reído tanto, incluso papá lo hizo. Tiramos a la basura la mitad de lo que tenía y acto seguido nos fuimos a la Gran Vía de compras. Hicimos varios viajes al coche para dejar bolsas. Mientras íbamos de ...
    ... una tienda a otra, Blanquita y yo lo hacíamos cogidas de la mano, y en ocasiones nos besábamos en los labios mientras nos acariciábamos el trasero. Papá, un par de metros por detrás, nos miraba complacido mientras nos grababa con la GoPro que llevaba sujeta al cinturón del pantalón. Lo que nos pudimos reír cuándo regresamos a casa visionando la grabación. Quedó patente que Blanquita también le iba lo de exhibicionismo.
    
    La fue introduciendo en el mundo del sado poco a poco y lo fue aceptando de buena gana. Primero con pequeñas ataduras, pero con el tiempo con toda la parafernalia del sótano. Finalmente, recuerdo que era sábado, después de comer, la hizo pasar por lo que yo llamo la “prueba de la mesa” y que por lo menos, a mi, me entusiasma. Papá me dejó prepararla, y feliz cómo una lombriz empecé atando los antebrazos por detrás de la espalda.
    
    —¿Me va a hacer daño? —preguntó un poco asustada mientras la ayudaba a tumbarse sobre la mesa.
    
    —Hoy no, pero una vez que empiece no hay vuelta atrás. Aunque supliques no parara hasta la hora de cenar.
    
    —Me estás dando miedo, —dijo forzando una sonrisa para enmascarar los nervios.
    
    —Te garantizo que jamás experimentaras algo como esto, —respondí terminando de atar las piernas, bien abiertas y flexionadas hacia arriba. Apreté las cuerdas, tal vez más de lo debido para impedir que pudiera moverse lo más mínimo.
    
    —Ya está papá, —dije mirándole. Estaba tecleando en el ordenador portátil.
    
    —Empieza tú que ahora estoy ocupado, ...
«123»