1. Heil mama (Cap. 5)


    Fecha: 23/07/2017, Categorías: Incesto Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... bragas? Mi dedo índice entró entero en la caliente cavidad y no tardé mucho en sentirlo húmedo. Nuestras lenguas se pelearon de nuevo, dentro y fuera de nuestras bocas. Le acaricié la espalda mientras mi otra mano se movía bajo los pantaloncitos de su pijama. No opuso resistencia cuando la tumbé en la cama, bajo la atenta mirada de mis posters con jamelgas ligeras de ropa y la bandera del Tercer Reich.
    
    —Paco... Para, por favor... Nos va a oír.
    
    —No hagas ruido, y no nos oirá —dije. Le metí una mano por debajo de la camiseta y sobé sus pequeñas tetas, pellizcando los duros pezones.
    
    —¿Que no haga... ruido? Ya viste anoche cómo me corro... —dijo ella. Recordé sus orgasmos, intensos, largos y ruidosos.
    
    —Pues muerde la almohada, como hacen los maricones cuando les dan por el culo.
    
    —Mmm... ¿Ah sí? Parece que sabes del tema, Paquito... Dime, ¿qué hacéis tus amigos y tú en esa furgoneta cuando no tenéis a una hembra con la que divertiros?
    
    No me gustó nada esa broma. Mis colegas y yo podíamos ser muchas cosas, pero desde luego no éramos bujarrones, y se lo iba a demostrar. Le subí las piernas a la cama y le quité los pantalones. Separé sus muslos, me bajé el pijama hasta las rodillas y me coloqué sobre ella, con la verga dura como el cañón de un tanque apretada contra su vientre, mi cara muy cerca de la suya. Cuando se disponía a hablar de nuevo, seguramente para decir alguna de sus chorradas, la hice callar con mi lengua. Después separé la cabeza para mirarla ...
    ... fijamente, moví las caderas hasta que mi glande encontró los pliegues de su húmeda raja y la penetré muy despacio. Lo noté más estrecho que la noche anterior, pero no opuso resistencia. Cuando la tuve toda adentro, sentí la deliciosa presión a lo largo de todo el rabo. Ella apretaba los dientes y respiraba muy fuerte por la nariz, reprimiendo sus gemidos.
    
    No podía ser muy bestia porque terminaría gritando y despertaría a su hermana, pero tenía que castigarla un poco por lo que había dicho. Le puse una mano alrededor de la garganta, con la fuerza justa para no hacerle demasiado daño. Al principio pensó que estaba jugando e incluso me sonrió con lascivia, entornando los párpados. Al cabo de un rato dejó de sonreír, su bronceado rostro comenzó a ponerse rojo, un poco morado después, y entonces pude ver auténtico miedo en sus ojos. Lo disfruté durante unos segundos más y la solté. Mi polla continuaba embutida en su coño, y los movimientos de su cuerpo al forcejear casi me hacen correrme.
    
    —Hijo... de... puta. No... vuelvas... a hacer... eso —dijo, cuando fue capaz de hablar.
    
    —Así aprenderás a no hablar más de la cuenta.
    
    —Eres un tarado, sobrino.
    
    —Y tu una zorra, tita.
    
    La puse a tono con una serie de embestidas lentas y profundas. Cada vez que los muelles de mi colchón hacían el más mínimo ruido ella miraba hacia la puerta, nerviosa. Sin embargo estaba disfrutando, y de vez en cuando tenía que apretar los labios para contenerse. Estaba seguro de que a la muy viciosa esa ...
«12...567...»