1. Manuela y su complaciente marido


    Fecha: 20/08/2018, Categorías: Infidelidad Autor: murgis, Fuente: RelatosEróticos

    ... Podríamos irnos un poco más adelante
    
    - Pero no ves que no hay un asiento libre.
    
    - Pero es que…
    
    - Es que, qué?
    
    - Que me parece que el tipo de al lado se está queriendo aprovechar
    
    - Habrá sido sin querer
    
    - Mira, vamos a hacer una cosa: Espera un rato y si sigue le parto la boca.
    
    - Vale
    
    - Tu no dejes de avisarme, eh?
    
    - Vale
    
    Y Alfredo volvió a sumirse en su melena y continuó besándola con más ardor que antes.
    
    El otro se había remangado la pernera del pantalón y estaba restregándole la pantorrilla con su velluda pierna. Que cosquillitas más agradables, que calentita la tenía, la pierna, claro.
    
    La mano, por su parte, había subido por la cara exterior del muslo de Manuela y al llegar a la mitad del camino hacía la cúspide, hacía el objetivo, se puso muy insolente, sobre la parte superior. Le hizo separar más la pierna hacía él y la acariciaba con mucha ternura. La mano estaba ahora en la cara interna del muslo y ascendía hacía la braga.
    
    - Alfredo.
    
    - Que?
    
    - Vamos a cambiarnos.
    
    - ¿Por que?
    
    - Ya sabes
    
    - Te está tocando
    
    - Si
    
    - Donde?
    
    Mintió otra vez.
    
    - En la rodilla
    
    - Pero… te ha dejado la mano puesta ?
    
    - Si
    
    - No será sin querer?
    
    - Hombre...
    
    - Es que no vamos a encontrar sitio… y a lo mejor es sin mala intención.
    
    - Hombre
    
    - Mira espera un poco más y si ves que la sube me lo cuentas
    
    - Vale
    
    - Pero no dejes de decírmelo
    
    - No
    
    La mano había llegado al principio de esa deliciosa y suavísima zona ...
    ... de la entrepierna femenina que precede, ya próximas las ingles, a las asperezas del vello púbico…
    
    Pero no conseguía pasar de allí, porque la falda se lo impedía, así que la sacó de tan sagrado recinto y se la puso por encima de la falda. Y desde allí Manuela vivió en todo su esplendor el momento sublime en el que la mano del joven encontró su chocho por encima de la falda y empezó a acariciárselo.
    
    Ay que gusto, madre. No pudo contenerse la pobre chica así que introdujo su propia mano izquierda bajo la chaqueta y oprimió la de su magreante vecino de asiento, haciéndole que apretase aquella raja suya que se había convertido en una especia de pústula de fuego. Que la tocara pronto en vivo. Que la tocara pronto a pelo, por favor, porque si no se moría. Palabra que se moría. Y es que Alfredo, tampoco paraba. Aparte de los besos, se había llevado su otra rodilla hacía él, y así quedaba la pobre toda despatarrada, con perdón, con la raja abierta de par en par, y una especie de siroco devastador escapándosele de dentro.
    
    Subió el chico la mano hasta la cintura y empezó a acariciarle el terso estómago. Con un dedo alcanzó el borde superior de la braga, pero no le cabía bien le mano y le oyó que cuchicheaba:
    
    - Desabróchate.
    
    No tenía más remedio que obedecerle. Contestarle, hubiera sido darle tres cuartos al pregonero, es decir a Alfredo. Claro que, seguramente, éste no ignoraba lo que estaba pasando, pero eso era harina de otro costal.
    
    Se desabrochó los corchetes y la ...