Aprenderemos juntos
Fecha: 03/09/2018,
Categorías:
Intercambios
Autor: Escriba, Fuente: CuentoRelatos
... su mano me descubrió una suave y lenta forma de placer que amenazaba con volverme loco.
–Más deprisa –llegué a susurrarle.
–No, tienes que aprender a controlarte –me recriminó. Era cierto, pero no era tan fácil de hacer como de decir.
De repente me di cuenta de que era injusto que ella estuviese volcándose en mí y yo, egoístamente, solo pensase en mi propio placer. Así que aparté mis labios de los suyos y corté el quejido que emitía introduciendo un dedo en su boca, que chupó con auténtica pasión hasta que, totalmente embadurnado de su saliva, lo retiré y conduje hacia su sexo. Allí abajo tanteé hasta que su vulva se abrió como una flor ante la primavera, dejando así que mi dedo se deslizara con absoluta facilidad en un interior que me recibió con un abrazo de húmedo calor; realmente no habría necesitado mojar mi dedo, ya que mi hermana estaba suficientemente excitada para recibirme sin dificultad.
–Mira cómo me tienes… –musitó a mi oído, haciéndome sentir orgulloso, pues aquella humedad no era otra cosa que fruto de mis besos y cariños.
Con mi exnovia era un desastre usando los dedos, me obsesionaba con la velocidad y parecía que estaba pulsando los mandos de una videoconsola. Sin embargo, inspirado por el ritmo que mi hermana mantenía constante sobre mi sexo, mi dedo acarició rítmicamente su interior, demorándose unas veces, acelerando otras, sintiendo cómo ella se contraría y me apresaba. En ocasiones, su mano libre abandonaba mi nuca y me ayudaba a ...
... mantener el ritmo, pero la mayoría del tiempo me dejó moverme libremente, lo que me hizo sentir más seguro de mi habilidad.
El límite lo marcaron sus gemidos. Sonaban como un quejido, aunque si les prestabas atención detectabas un poso de goce. Rápidamente dejé de acariciarla y me coloqué sobre ella, abriendo gentilmente sus piernas y dirigiendo mi sexo hacia su interior. Apenas me introduje en ella, mi hermana despertó del embeleso en el que se hallaba y comprendió lo que estaba pasando.
–¡Para, para! –me apremió. Y al ver mi expresión contrariada, me confesó lo que yo ya sabía–: Nunca lo he hecho.
Querría haber parado, pero algo dentro de mí me poseía, por lo que seguí introduciéndome en ella, si bien muy despacio.
–No puedo controlarme –le confesé–. Mi cuerpo se mueve solo. Quiero estar dentro de ti.
De hecho, su cuerpo también se movía solo, aceptándome pese a su protesta.
–Nunca lo he hecho –repitió, sus ojos derramando lágrimas de vergüenza.
–Tranquila –cerré sus labios con un beso–: Vamos a fundirnos en un solo ser.
Y entré en ella sin mayor dificultad, uniéndome a ella, moviendo nuestros cuerpos en un compás lento y ardiente que nos hizo dejar de pensar, dejar de sentir, dejar de ser. Si existe la paz, esta debe de ser penetrar suavemente dentro de otra persona y dejarse llevar.
No sé cuánto tiempo estuvimos unidos, sin duda no tanto como habría querido (aunque eso es lógico, porque no habría querido separarme de ella nunca), pero sentí como algo ...