Aprenderemos juntos
Fecha: 03/09/2018,
Categorías:
Intercambios
Autor: Escriba, Fuente: CuentoRelatos
... ardía dentro de mí. Mi ser estaba en llamas y mi esencia estaba dispuesta a emanar con incendiaria fuerza.
–No acabes dentro de mí –me susurró con el poco aire que no se le había ido en el gemido previo–… por favor.
Aquel tono dulce me permitió ganar un poco de control y retirarme, aunque tan pronto como el aire acarició mi sexo, este derramó su fuego sobre ella, impregnando su rostro, sus pechos y su vientre. Exhausto, como si fuera una parte de mi ser la que se había derramado sobre ella, caí a su lado. Empapada en sudor, mi hermana intentaba recuperar la respiración, agitada como si hubiese corrido una maratón para la que no estaba preparada pero que se negaba a abandonar.
–Perdón, te he manchado –logré decir finalmente.
Ella guardó silencio durante un minuto más, hasta que su respiración se calmó un poco.
–No te preocupes, esto es parte de ti, es como tu saliva –y su lengua buscó golosa algunas de las salpicaduras sobre su rostro, tomándolas sin darle mayor importancia–, incluso sabe un poco a ti.
Sorprendido por su declaración, me dirigí hacia su vientre y lamí mi propia esencia. El sabor ...
... no era especialmente agradable, pero el placer de limpiar a mi hermana fue inmenso, dedicando todos mis esfuerzos a liberarla hasta de la última gota de mi ser. Ella acariciaba mi cabeza y, en algún momento, los dos nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente nos despertamos temprano; ella se duchó mientras yo echaba a lavar las sábanas, llenas de las manchas provocadas por nuestro afecto. Pedro seguía durmiendo, así que nos fuimos sin esperar a que despertara. En nuestra complicidad, ni mi hermana ni yo nos habíamos dirigido una sola palabra, pero al bajar en el ascensor nuestras miradas se encontraron.
–Lo de anoche… –empecé a decir un poco apurado.
–No fue tan desastroso como esperaba –me cortó ella.
–¿Fue desastroso? –pregunté, herido.
–“No puedo controlarme” –se burló con una imitación bastante pasable de mi voz.
–Lo siento –dije con absoluta sinceridad, salpicado por la vergüenza.
–Bueno, tampoco te preocupes. Queda verano para practicar.
Y su abrazo hizo que mi vergüenza y mi pesar desaparecieran. Era el primer día de un largo verano para aprender, para amar, para guardar secretos.