Roxana enloquecida por un gran bulto
Fecha: 06/10/2018,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: claudiob, Fuente: CuentoRelatos
Mi nombre es Roxana y a pesar de tener solo 24 años me considero, en lo sexual, toda una mujer ya que he vivido muchas cosas que otras, aunque ya en la última etapa de su vida, aún no han vivido.
Siempre, desde muy pequeña, fui muy bonita y me desarrolle muy joven pues ya antes de menstruar por primera vez, tenía un cuerpo bien formado pues si bien mis tetitas eran chicas, comparadas con las que tengo ahora, eran grandes para esa edad y ya tenían un culito bien paradito.
A mis 17 años tuve un hijo, pero como era de un hombre casado mi madre consideró que lo mejor para mí y mi hijo era que yo me trasladase a Buenos Aires, desde mi provincia de nacimiento, ya que allí, viviendo con su hermana, yo podría salir adelante.
Ella se quedó con mi pequeño al que hizo pasar por su hijo e hizo que yo lo llamara hermano.
Hoy a mis 24 años yo ya tengo muchos KPR, es decir Kilómetros de Pija Recorridos, pues mi tía resultó ser una furcia que decía en el pueblo, que aquí le iba bien en un trabajo que había conseguido, sin aclarar que el trabajo era de prostituta, de tal suerte que no bien me encontré con ella me puso a trabajar.
A los 18 años conocí a un señor mucho mayor que yo; él murió cuando yo recién había cumplido los 20 y como no tenía familia, me dejó todos sus bienes gracias a lo bien que lo había atendido cada vez que solicitaba una mujer, que si bien no eran muchos, comparado con lo escaso, mi ropa, que yo tenía ¡Era mucho!
Este señor, Armando, me dejó una casa ...
... en Moreno y un coche Ford Sierra modelo 1990.
Mi tía, quiso quedarse con lo que yo había ganado con el sudor de mi culo, ya que Armando fue el que me desvirgo por ahí, pero no la dejé y me fui de su casa.
Quise cambiar de vida, ya que no me veía como puta, pues habiendo visto como envejecía mi tía no quise repetir su camino.
Me fui a vivir a Moreno y como yo no sabía manejar, vendí el coche y con esa plata fui tirando hasta que conseguí un trabajo en un negocio de ropa, en el Once.
Todos los días viajaba desde Moreno hasta Once, en el ferrocarril Sarmiento y allí caminaba 7 cuadras hasta el negocio en el que había comenzado a trabajar como vendedora.
Un día en Merlo se bajó una señora, dejando libre el asiento que estaba delante de mí por lo que me abalancé sobre él. Al sentarme, ocupó el lugar en que yo estaba un hombre, al que no le veía la cara porque estaba leyendo un libro, pero que por sus manos debería andar por los 60 años.
Lo que más me llamó la atención fue el gran bulto que tenía en la entrepierna, bulto que quedaba a la altura de mis ojos, y al que para no demostrar que me calentaba, miraba de reojo.
¡Que pedazo de bulto!, si realmente era su pija sería una maravilla. Yo ya había visto muchas pero ninguna que hiciese tanto bulto. Comencé a imaginarme como sería y esto llevó a que me mojase y decidiese tenerla ¡Pero como hacerlo! ¡No podía tirar los cuatro años en que había intentado mostrarme como una dama a la basura!
Se me ocurrió hacerlo ...