El espartano
Fecha: 09/11/2023,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... décima parte del recorrido del carro de Helios que ha venido.
No siquiera le oigo terminar la frase. Mis piernas vuelan por el pasillo de mármol del puesto. Laís está aquí y es lo único que me importa. Sombras de Guerra, callejones oscuros, personajes tenebrosos que acechan en cada esquina… todo eso ha dejado de existir ahora que sé que Laís ha venido a verme. Entro en mis dependencias ladeando la cortina y allí la veo. Echada sobre las mantas que alfombraban el desorden de mi habitación. Gloriosamente dormida.
¿Alguna vez se han preguntado por qué las jóvenes parecen tan bellas cuando duermen? ¿Será por ese mohín que dibuja su boca, esa media sonrisa que aflora en sus labios despreocupadamente? ¿Será por que, cuando cierran los ojos, y dejas de imaginarte los mares o las noches de sus pupilas, puedes comprobar la belleza de su cara? ¿Será por la placidez de su semblante? ¿O será por que todas las mujeres son más bellas cuando abrazan a otro ser, aunque ese ser sea un dios como Morfeo?
Sea como sea, me acerco a su cuerpo, tumbado de lado sobre las burdas mantas. Me arrodillo ante ella, como si fuera una diosa a la que reverenciar. Adelanto mis manos para acariciarla, pero las detengo a milímetros de su ropa. ¿Quién soy yo para despertarla? ¿Alguien querría romper una imagen tan bella? ¿Acaso a alguien se le ocurriría romperle los brazos a la estatua de la diosa Afrodita de Praxíteles? ¿Alguien golpearía con un martillo al Coloso de Rodas? No. Prefiero que mi vista ...
... se encargue de examinar cada punto de su figura, absteniéndome de que mis dedos osen profanar el reposo de su cuerpo.
Aspiro cada átomo del perfume de su larga cabellera. Mmmmm… Jazmín. Se ha perfumado con jazmín para visitarme… Leo y releo la placidez de su juvenil rostro, aprendo cada arruga que forma el khitón amoldándose a su cuerpo, cubriendo sus pequeños senos, apretándose en su cintura envuelta por el ceñidor, marcando sus suaves curvas y abriéndose a la altura del muslo dejando que su pierna sea acariciada por la suave brisa que se cuela por la ventana.
Laís tiene unas piernas perfectas. Largas, delgadas pero fuertes, excitantes, todo a una… Mis dedos caen en su caricia y rozan levemente la piel de Laís. Ella no se inmuta, pero yo... eso es otro cantar. Mi sangre hierve, bulle, enrabietada por su presidio forzoso en el interior de mi cuerpo, cuando está clamando por acercarse a la de Laís, por abrazarla y hacerla suya y fusionarse y… Hierve mi sangre. La suavidad de la piel de mi joven prometida ha encendido una antorcha que amenaza con incendiar bosques.
Mi mano se niega a separarse de su pierna. La roza. La soba. La acaricia desde el talón hasta el muslo, y sube un poco más por la parte interior. Encuentra su destino. Las yemas de mis dedos acarician la zona prohibida y Laís responde con un suspiro entre dientes. La giro levemente hasta que queda apoyada en su espalda y retiro el khitón hacia arriba. Descubro poco a poco toda la extensión de sus piernas, ...