1. Yo, su mejor regalo


    Fecha: 13/10/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Llegó el cumpleaños de Pedrito. En casa hicimos una mini fiesta, con su tarta y la vela, pero la fiesta de verdad la tendría él con sus amigos. En nuestra reunión, recibió con alegría nuestro regalo sorpresa, la videoconsola que quería, pero había cierta tristeza en él. Cuando el chico volvió bien tarde, mi marido y yo estábamos en la cama, acostados y leyendo. Era tarde para nosotros, pero demasiado temprano para él. Pensé en si sería adecuado darle el regalo de cumpleaños que él hubiese querido realmente. Me levanté de la cama y me quité el camisón. Mi marido se giró y me miró fijamente. Abrí el cajón de las prendas picantonas y saqué medias, braguitas y otras prendas. Ante la mirada de Juan, me puse las medias, alisándolas desde los pies hasta los muslos. Me puse un tanga de encaje y sobre éste, el liguero para sujetar las medias. Finalmente, me cubrí con una combinación.
    
    —Le daré las buenas noches al chico.
    
    Juan no me dijo nada, pero se me quedó mirando. En el fondo, sabía que nuestro último año tan intenso tenía una razón de ser. Le sonreí y le dí un beso. Salí de la habitación y entré en la de Pedrito. Como esperaba, estaba ante el ordenador, viendo porno. Se giró lentamente y, si bien no le sorprendía verme, sí lo hacía el hecho de que Juan estuviese en la casa. Le hice un gesto de que guardase silencio, de esa manera él mantendría la ilusión de que su padre estaba dormido.
    
    —Mamá te tenía guardado un regalo sorpresa —le susurré al oído, inclinándome sobre ...
    ... él.
    
    Le besé en los labios. El los recibió con cierta aprehensión. Los volví a besar y esta vez me besó también. Repetimos hasta que nuestras lenguas se encontraron. La sensación fue muy extraña para mí, pero saborear el deseo acumulado en él me hizo ponerme a cien. Le agarré la verga, erecta. Sus manos acabaron en mis pechos, buscando mis pezones, que dejé pellizcar, gimiendo al sentir sus manos.
    
    Me separé y me puse frente a él. Me levanté la combinación para que viese bien mis piernas, las medias y el liguero. Volví a inclinarme sobre él, hablándole de manera que nuestros labios se rozasen.
    
    —Ultimamente te has portado muy bien. Y, por eso mami será tu regalo.
    
    Me puse otra vez de pie, descubriendo otra vez las piernas y las caderas, que moví sensualmente a un palmo de su cara. Deslizaba los muslos arriba y abajo, moviendo la cintura. El se agarró el rabo y empezó a masturbarse. Yo seguí con mi movimiento hasta que él tocó mis muslos, con su mano mojada por su polla, muy cerca de mi sexo.
    
    —Soy tuya, pero a mi manera. Eso lo tienes claro ¿cierto?
    
    —Sí, mamá —dijo resignado.
    
    Volvió a tocarse el rabo y yo sequí con mi movimiento de caderas.
    
    —Eso, amor, mírame mientras te masturbas —miraba la verga apareciendo y desapareciendo en su mano—. Me he vestido así para tí. Para que te pajees.
    
    Tenía al chico muy bien aprendido y no volvió a intentar tocarme. Metí mi mano bajo el tanga y empecé a tocarme. Pedrito podía ver mis dedos moviéndose debajo de la prenda. Me ...
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