1. Yo, su mejor regalo


    Fecha: 13/10/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... miraba, pero no estaba del todo feliz. Así que insistí.
    
    —Me gustaría que usaras mis piernas y sentir el roce de tu polla. Pero no sé si a tí te gustaría eso —bajé mis dedos de forma que pudiera ver cómo salía el meñique y el índice por los lados del tanga, mientras otros dos quedaban bien dentro de mí—. ¿No quieres usarme? ¿No harías eso por mami?
    
    Saqué la mano y metí los dedos en su boca. Me cogió la mano con mucha ansiedad y lamió con fuerza. Me pegué a él, mirándolo. Dejé que su otra mano subiese por mis gemelos hasta mi culo, volviendo a bajar acariciando mis piernas. Me puso a cien sentir su lengua saboreando mis dedos impregnados en mí. Sin sacar la mano, tiré su cráneo hacia arriba, haciéndolo levantar. Le cogí el rabo y le hice doblar las piernas, haciendo que lo pasara por mis medias, para que se masturbara con ellas, como un perro. Se lo dije.
    
    —Eres el perro de mamá.
    
    —…
    
    El gemía, pero sabía que esa postura era algo humillante para él y lo levanté. Me tumbé en su cama, levantando las piernas, juntas. Sé el efecto que tienen mis piernas y mi culo así, incluso me he masturbado frente a un espejo, mirándome. Se acercó con su silla de escritorio y siguió masturbándose con mis piernas, usando una, o las dos. Yo mantenía mis manos sujetando mis muslos o la parte posterior de mis rodillas. Cuando podía me tocaba el chocho. Pero sobre todo no dejaba de hablarle.
    
    —Espero que te guste tu regalo, amor… tener tu polla en mis piernas… tan dura, tan cálida… ...
    ... tenía muchas ganas de vestirme así para tí... ¿te gusta verme así, cariño?
    
    —Sí, mamá, me gusta mucho ¿puedo correrme así? —Pedrito metió el rabo entre mis piernas, sujetándome los tobillos, moviendo las caderas.
    
    Le dejé hacer mientras me masturbaba, mirándolo. También miraba su buen rabo apareciendo y desapareciendo entre la seda de mis medias.
    
    —Córrete sobre mí, te lo pido, amor —siguió follándome las piernas.
    
    Pensé que tendría la polla irritada, así que me lamí las manos y la pasé por su verga, lubricándola y masturbándolo un poco. Desaté una de las medias y me la quité. Metí el rabo en ella y lo rodeé, masturbándolo con energía, de rodillas, frente a él, mirándolo.
    
    —Córrete, amor.
    
    —¡Sí, sí!
    
    Se corrió y seguí con la paja hasta que se dobló, dolorido. Luego deslié la media y localicé dónde estaba su semen pegado. Llevé la mano hasta allí, abriéndola, para poder ver dónde estaba manchado.
    
    —Lo has puesto perdido —me llevé un dedo a la boca—. ¿Qué hacemos con esto ahora?
    
    —¿...limpiarlo? —qué perdido estaba mi hijo.
    
    —¿No quieres que lo pruebe? —lo incité—. Estoy aquí por tí —acerqué mi boca a la media—. Dime lo puta que soy, y lo que quieres que haga.
    
    —¡Mamá, eres una pedazo de puta! —el chico lo dijo entre excitado y resignado. Terminando de pegar la media a mi boca.
    
    Pasé la lengua allá donde Pedrito había dejado su esperma. Me ayudaba con los dedos por el otro lado de la malla, lamiendo cada gota, recreándome en ella. Luego me volví a poner la ...