1. La moto


    Fecha: 28/11/2023, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Theresa1986, Fuente: CuentoRelatos

    ... aire y en un jadeo agudo que debió parecer un rugido en su oído; mi boca estaba presionada contra él.
    
    ¡Puta carajo!, lo hace a propósito, pensé en un momento de claridad. El calor de su cuerpo empapó la tela de mis ropas a lo largo del interior de mis muslos y entre mis piernas. Tuan hizo un ruido extraño, un pequeño gemido, en lo profundo de su garganta.
    
    Estábamos sentados afuera del portón de mi casa. El callejón estaba desolado y oscuro, mal iluminado por una solitaria farola. Mi mente le dijo que me bajara de la bicicleta, pero mi cuerpo no se movía. Podía oírlo respirar con dificultad por encima del zumbido distante del tráfico en la calle principal; mi corazón martilleaba a través de mi columna, en mi pecho.
    
    Aflojando gradualmente mis manos que se agarraban de su camisa, sentí que él apoyaba las palmas de sus manos en mis muslos. Sus manos temblaban mientras se movían lentamente hacia mis caderas. Ahogué un suspiro cuando se extendieron detrás de mí, ahuecando mis nalgas. Me atrajo hacia él y clavó los dedos en la carne de mi trasero. El olor de su piel era abrumador, invadiéndome; mi piel se quemaba en todas partes donde mi cuerpo tocaba el de él. Me estremecí contra su columna.
    
    ¿Qué carajo estaba haciendo? Mi cerebro se puso en marcha y me bajé de la moto torpemente, casi tropezando. Mi mano se deslizó en mi bolsillo, automáticamente buscando a tientas el dinero. Le tendí la plata, incapaz de mirarlo al principio. Cuando él no tomó los billetes, levanté la ...
    ... vista para encontrarme con su mirada.
    
    No estaba sonriendo y su pecho subía y bajaba con intensidad. Por un momento, pensé que él diría algo, pero tomó mi mochila y me la tendió. Había una horrible expresión de desdicha en sus ojos. Luego, de repente, dejó la mochila con cuidado en el pavimento y se alejó rugiendo por el callejón.
    
    Me quedé inmóvil, con el billete aún agarrado en el puño, observando cómo la figura sombría desaparecía al final del carril, tragada por el río de tráfico.
    
    La mañana siguiente era sábado. Rayos de luz atravesaban las persianas de bambú que daban sombra a las ventanas de mi dormitorio. Las sábanas yacían retorcidas alrededor de mi cuerpo, húmedas con el sudor de un sueño matutino. Gemí y me di vuelta sobre mi costado, presionando mis palmas contra mi montículo. Había estado soñado. No podía recordarlo con claridad, pero sabía que había tenido un orgasmo, más de una vez; los músculos en el interior de mis muslos me dolían por la tensión gastada.
    
    "¡No por favor!", murmuré en voz alta, tratando de alejar las imágenes de piel dorada y torsos ondulantes. ¿Y si él estaba allí, al final del callejón, esperándome? ¿Y si nunca se fue? Yo tendría que mudarme.
    
    Fue el timbre de la puerta y los golpes en el portón lo que me obligó a levantarme de la cama. Me puse una bata de algodón y me la envolví con fuerza. Bajando los escalones, casi resbalándome, abrí la puerta y salí afuera.
    
    “¡Hola, Elena! ¡Despierta, perezosa!" La voz burlona pertenecía a ...
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