1. Aliens


    Fecha: 12/12/2023, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Ivanvorpatril, Fuente: CuentoRelatos

    ... movía era mi pene metido en ese horno y mi lengua que saboreaba el manjar que rezumaba el coño de la otra alienígena. No sé si se estaba corriendo o aquel flujo de delicioso sabor era parte de su lubricación natural.
    
    Ellas, dedicadas con esmero a su labor, no me daban muchas pistas. Pero todo lo bueno se acaba, o por lo menos se hace una pausa.
    
    Me corrí, como nunca lo había hecho con una mujer humana, parecía que no dejaba de salir semen de mi polla. Es más, tampoco se me puso blanda, como sería lo normal que me pasase después de tener un orgasmo.
    
    Aquello seguía duro como una piedra. Supongo que el jugo que destilaban sus coños tendría ciertos efectos afrodisíacos para mantener mi erección.
    
    Lo que sí ocurrió al correrme fue que mis brazos quedaron libres, supongo que viendo mi actitud de colaboración decidieron que podían confiar en mí y soltarlos.
    
    Por fin pude echar mano de aquellas abundantes tetas tanto en tamaño como en número. Pareció que ellas agradecieron la caricia con extraños gorgoteos guturales. Que aumentaron en intensidad cuando pellizcaba con suavidad sus pezones rojos.
    
    También pasó otra cosa, se cambiaron de lugar y la que hasta ese momento me había dado su vulva a lamer se clavó mi polla en ella. Lo hizo mirando hacia mis pies. Su amiga ...
    ... por decirlo de alguna forma, en vez de sentarse en mi cara se colocó entre mis muslos. Los separó todo lo que pudo.
    
    A mi nunca se me habría ocurrido algo así, lo que hizo fue empezar a lamer mis huevos, la base de mi rabo y lo que en sus coños sería el clítoris de la otra chica. Mientras la que tenía encima subía y bajaba. Yo tenía los testículos ensalivados por su compañera.
    
    Estando así, lo que yo mejor podía alcanzar con las manos era el culo redondo y perfecto que tenía justo delante. Se me ofrecía a la caricia sin problemas. Decidí probar a ver si su ano me permitía penetrarlo con al menos un dedo. Al final entraron tres sin que ella diera muestra de incomodidad.
    
    Por entonces llegó mi segunda corrida tan abundante como la primera y a continuación perdí el cocimiento. Quizá fueran las emociones, el pasar del terror al placer de repente o puede que simplemente ellas me dieran algo para dormir de lo que no me dí cuenta.
    
    Cuando me desperté volvía a estar en el viejo Ford y el motor ronroneaba como un gatito satisfecho.
    
    Toda la experiencia parecía un sueño, una extraña fantasía erótica, de no ser porque mis calzoncillos de algodón habían sido sustituidos por una prenda más ajustada fabricada con la misma tela plástica que cubría los bellos cuerpos alienígenas. 
«123»