1. La peluquería canina


    Fecha: 01/02/2024, Categorías: Anal Autor: Marianito 22, Fuente: CuentoRelatos

    Por varios años tuve de mascota a Nieves, una perrita mestiza con pelos algo largos de color blanco, con lo cual cada tanto debía llevarla a una peluquería canina para mantener su limpieza. Con una de mis tantas mudanzas en pocos años, pasé a estar lejos del peluquero de confianza y tuve que buscar una nueva alternativa más cercana a la nueva zona de residencia.
    
    Por recomendaciones de amigos en común llegué hasta el local de Viviana, previo a acordar una cita telefónica. Al llegar me recibió una hermosa mujer madura muy simpática y amable. De estatura media, cabellera blonda ondulada y un cuerpo muy armónico, que dejaba en evidencia afición al fitness. Tetas pequeñas, pero acorde a su cuerpo y caderas anchas que remataban en un portentoso culo. Luego de las conversaciones de rigor y mis pocas disimuladas miradas a su escote, recibió a mi mascota y dijo que me llamaría cuando esté lista. Al cabo de un par de horas, el largo y color de pelo de la perrita había vuelto a su mejor condición, quedando satisfecho con el resultado y el trato, pasando a ser clientes asiduos.
    
    A medida que nos íbamos con Viviana viendo empezamos a tomar confianza y charlar de otros temas además de mascotas. De a poco fui avanzando en mis comentarios sobre sus atributos físicos y atuendos de trabajo, los cuales eran bien recibidos y de alguna manera alentaban a dar un paso más en cada nueva visita a la pelu.
    
    Hasta que llegó una ocasión donde fuimos recibidos por un beso a cada uno por Vivi ...
    ... recién salida de la ducha, cabellos húmedos, olor a jabón y perfume, enfundada en una chaquetilla blanca corta, con calzas largas negras que dejaban en evidencia sus prominentes caderas y ese culo grande y firme, además de sugerir un bronceado impecable en la zona del escote. Tal inesperado escenario hizo que una incómoda erección fuera poco disimulada por mi pantalón corto y slip. No estaba preparado para la situación, pero no hice mucho esfuerzo por ocultarla. Ella se percató al relojear mi paquete, sonrió y me invitó a retirarme, para volver a la señal de aviso.
    
    Me fui a un parque cercano a caminar para hacer tiempo. En todo momento, podía sentir su perfume y pensar en su orto. Iba elucubrando alguna estrategia ocurrente para poder dar un paso firme y contundente cuando volviera a verla. Las horas pasaron, la espera se hizo larga y mis ganas se fueron diluyendo por la incertidumbre y las ganas de no meter la pata.
    
    Cuando recibí su llamado para pasar a buscar a la perra, caminé lentamente las cuadras que separaban el parque de la peluquería, intentando borrar mis pensamientos libidinosos. Pero deseaba ese culo intensamente.
    
    Toqué el timbre al llegar y con una sonrisa me invito a pasar mientras buscaba a Nieves. Cuando se agachó a alzarla en brazos dejo expuesta su cola al levantarse la chaquetilla e instantáneamente mis bajos instintos se activaron: “qué buen orto tenés Vivi”, dije con firmeza. Ella, lejos de sorprenderse con el piropo, soltó lascivamente: “¿te gusta?”. ...
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