1. Mi historia con una mujer maltratada (12)


    Fecha: 27/02/2024, Categorías: Hetero Autor: Tmy456, Fuente: CuentoRelatos

    ... tocar.
    
    —Te puedo enseñar lo que sé.
    
    —No, chiquito, no no no. Yo no voy a aprender nada.
    
    —Bueno, igual no la voy a admitir.
    
    —Dale, no te hagas el difícil.
    
    Después pensé y dije:
    
    —Bueno, si no le vas a dar ninguna utilidad y encima estás pidiéndome que me la quede, supongo que me la puedo agenciar.
    
    —Me parece muy bien.
    
    —Gracias, Anen.
    
    —Denada, Tommy.
    
    —...
    
    —¿Vamos a la camita?
    
    —Me voy a quedar viendo mi nueva guitarra si no te importa.
    
    —No, para nada.
    
    —Andá, yo después te alcanzo.
    
    —Ok.
    
    Me quedé analizándola, habían como estrellas de metal plateado en los trasters, y las clavijas eran color oro, poseía muchos dibujos en todo el cuerpo, era muy colorida, tenía muchísimo polvo adentro de la boca. Soplé y una nube de partículas saltó hacia mi rostro. Decidí que si era mía, podía arreglarla, las cuerdas estaban a punto de romperse, el puente estaba casi salido y la cejuela también.
    
    Literalmente, estuve media hora para hacer ese trabajito.
    
    Cuando abrí la puerta de la habitación, pude notar que ella ya estaba durmiendo. Me acosté, me tapé con las sábanas, la abracé y me dormí.
    
    A la mañana siguiente iba a poner todo mi esfuerzo en tratar de arreglar mi nueva guitarra acústica.
    
    Fui a Fontana Luthier, un negocio que vende todas cosas de guitarras. Les pedí cuerdas, un puente, una cejuela y diez púas. Todo el arreglito me costó $2450 y las púas $300 más.
    
    Cuando llegué cargando las dos ...
    ... bolsitas, Anen me preguntó qué era todo eso. Le dije:
    
    —Son cositas para la guitarra, amor.
    
    —Ah, ¿la vas a arreglar vos?
    
    —Sep.
    
    —¡Qué genio!, dijo con mucho entusiasmo.
    
    —Necesito espacio en la mesa.
    
    —Por supuesto que sí.
    
    Puse la guitarra en la mesa e inicié remendando la cajilla. Anen veía como mis manos trabajaban en el enmiendo de la pobre guitarra. Seguí con el puente y por último corté las cuerdas viejas y puse las nuevas.
    
    —Voila.
    
    —Quedó como nueva.
    
    —Exactamente.
    
    —Yo sabía que te parecías un montonazo a mi viejo.
    
    —¿Por qué decís eso?
    
    —Él siempre cambiaba las cuerdas de su guitarra. Y ahora es tuya, no lo puedo creer.
    
    —Las vueltas que da la vida ¿no?
    
    —Sí.
    
    —En este caso, yo la arreglé casi por completo.
    
    —Te las ingeniaste.
    
    —Por suerte.
    
    Me dio un abrazo y me besó en la mejilla.
    
    —Me voy a trabajar, dijo en tanto que me soltaba y se iba.
    
    —No, vení acá. ¿Qué es eso de darme un beso en el cachete e irte? Dame un beso de verdad, dije cuando la agarré del brazo.
    
    Me lamió los labios y el cuello, después metió su lengua y la mía jugaba con la suya. Luego de ese beso tan raro, pero a la vez tan salvaje y lindo, preguntó con una voz seductora:
    
    —¿Ahora sí?
    
    —Sí, bebé.
    
    —¿Me puedo ir a laburar ya? Por favor.
    
    —Sé libre, hija mía.
    
    La solté y se fue casi como si quisiera quedarse más.
    
    Me la pasé todo el día tocando la guitarra y perfeccionándome cada vez más, poco a poco. 
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