Mis odiosas hijastras (2)
Fecha: 01/03/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... expresión.
—Sí, aunque la verdad que no quería ponerme así.
—Valu es terrible, pero siempre va de frente. En eso la admiro —dijo Agos. Creo que era la primera vez que la escuchaba admitir abiertamente que sentía admiración por su hermana—. SI quisiera molestarte, con lo que fuera que diga ese mensaje que tanto te alteró, lo más probable es que te lo diría en la cara —agregó después.
—Pero si no fue ella… —dije, y me detuve a meditar sobre el tema—. Bueno, vos no creo que hayas sido, y Sami ni hablar.
A Agostina pareció divertirle mi deducción. Sonrió, como si lo que acababa de decir fuera una estupidez.
—Me voy a cambiar —avisó.
La princesa de la casa se fue a dar una ducha de agua caliente. No pude más que admirarla mientras la veía alejarse de mí. Siempre me sorprendió el hecho de que, a pesar de usar ropas aparentemente sobrias, se veía elegante y sexy, en las medidas justas y necesarias, con una precisión casi milimétrica. Ahora llevaba debajo del chaleco de lana una camisa mangas largas color blanco. La camisa estaba suelta, por lo que le cubría el trasero. Eso era algo que hacía casi siempre. Al principio no entendía por qué. Toda chica de su edad, con el orto bien redondito y parado, disfrutaba de presumirlo. Sin embargo, si bien no era de mostrarlo descaradamente, debajo de esas camisas que la cubrían, se notaba que había un culo respingón y perfecto. Agostina manejaba magistralmente el arte de la insinuación. Además, cuando por fin se decidía por ...
... vestir un pantalón bien ajustado, sin nada que la cubriera, el impacto visual era tremendo, y daban ganas de hacerle una radiografía mental al culo de la princesita, para no olvidarme jamás tal perfección.
Me fui a la cocina. Agarré de la heladera una birra y me senté a un costado a tomar en soledad. Saqué mi celular del bolcillo. Moría de ganas de llamar a Mariel y exigirle explicaciones. Pero sabía que primero tenía que pensar muy bien en lo que iba a hacer, así que me contuve. Por duro que fuera, no estaba preparado para irme de ahí. Al menos no en el corto plazo. Traté de ocupar mi mente en otras cosas, mientras miraba la lluvia, cada vez más salvaje, cayendo sobre el barrio. Cómo me gustaría devolverle la gentileza a mi mujer, pensaba para mí. Eso no solo me curaría el orgullo herido, sino que me permitiría perdonarla con mayor facilidad. Pero de momento no tenía a nadie bajo el radar, y ese fin de semana, estaba claro que ni siquiera iba a poder salir, ya que el cielo se estaba cayendo como si se tratara del fin del mundo.
Las únicas mujeres atractivas que tenía a mano eran mis hijastras. Pensar en esto me produjo una erección. Quién me iba a decir a mí que iba a ir a vivir en un lugar repleto de mujercitas hermosas. Por momentos era una verdadera tortura tenerlas tan cerca, ya que, si bien vivíamos bajo el mismo techo, sentía que nos alejaba una distancia invisible pero infinita. Uno de los peores momentos era los fines de semana, cuando se preparaban para salir a ...