1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... explicó que había tropezado con una silla al ir a por un vaso de agua. Y para llegar a la cocina tengo que atravesar el salón. Por eso aparecí allí.
    
    Cumplí con mi palabra. Me dediqué, durante los nueve días que quedaban, a estudiar a saco. Papá y mamá incluso nos animaron porque veían que, al menos, con Sandra no despegaba los codos de la mesa.
    
    Pero aquellos nueve días también sirvieron para ahondar en unos sentimientos nunca antes sospechados.
    
    Sandra era dulce y atenta. Paciente pero firme. Yo me desanimaba cuando al día siguiente no recordaba nada de lo estudiado el anterior. Aprendí cómo hacer repasos programados. Reglas memotécnicas. Era una tarea entretenida y, a veces, hasta divertida.
    
    También, aquellos nueve días, conocí a la persona que había en mi hermana. Me descolocaba su afán por estar siempre juntos. Codo con codo.
    
    Fueron días de estrecho contacto. Nuestros cuerpos pasaban horas pegados uno al otro. Nuestras manos se cruzaban con frecuencia. El roce hace el cariño, dicen.
    
    Aprobé las tres. Pasé de curso gracias a mi hermana y se lo agradecí dándola un beso, entrando de noche en su habitación. Ella estaba despierta. La había prometido una sorpresa cuando papá y mamá se durmiesen. El beso duró tanto que me asusté. Me asusté porque me gustó. Quise salir corriendo de su habitación, espantado.
    
    Sandra me invitó a meterme dentro de su cama pero me marché sin decir nada. Comenzaba a tener preguntas que no quería responder.
    
    Comencé el último curso ...
    ... antes de la selectividad.
    
    Papá compró una mesa de estudio más grande para mi habitación. Sandra y yo estudiábamos juntos y a juzgar por los resultados plasmados en las notas, todo eran ventajas. También para nosotros.
    
    Cerrábamos la puerta argumentando concentración absoluta. Nos cogíamos de la mano. Nos besábamos. Nos abrazábamos. Alguna vez mi mano se posó sobre sus pechos. Alguna vez la suya sobre el mío. Pero no quise sobrepasar aquel límite.
    
    Era un límite que interpuse yo porque sabía que Sandra no tenía ninguno. Nada de desnudos. Nada de sexo. Aunque ambos acabábamos con un acaloramiento tan acusado que teníamos que aliviarnos por separado. De repente, la dejaba sentada delante de la mesa de estudio, con el sabor de su boca aún perdurando en la mía, con un calor tan profundo en todo mi cuerpo que me costaba hasta respirar.
    
    Recuerdo nuestra primera relación sexual. Fue algo especial. Así lo recuerdo y quizá la memoria, con sus olvidos casuales, ha guardado lo bueno y desechado lo malo.
    
    También estábamos solos. Papá estaba trabajando y mamá estaba fuera, haciendo la compra.
    
    Me estaba duchando. Era por la mañana, acaba de levantarme y dentro de poco tendría que coger el tren de cercanías para ir a clase. Pensaba en lo que había estudiado el día anterior, repasando la lección. Sandra me había enseñado muy bien.
    
    Un golpe sobre la mampara me sacó de mi ensimismamiento. El vapor del agua caliente empañaba los cristales de las mamparas. Pasé la mano para ver ...
«12...91011...16»