1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... qué había sido ese ruido.
    
    Sandra estaba sentada sobre el inodoro, desnuda. Había bajado la tapa y estaba sentada frente a mí, apoyada en la pared. Estaba abierta de piernas, frotándose el sexo. Tenía los ojos entornados, mirándome fijamente. Y yo a ella.
    
    Su sexo estaba afeitado excepto un fino triángulo de vello oscuro sobre su hendidura. Aumenté el cerco sobre el cristal para verla de cuerpo entero.
    
    Sandra era bellísima. Poseía un cuerpo flexible y elegante. Tenía el cabello recogido en un moño. Se mordía el labio inferior a la vez que su mirada se fijaba en mi sexo, visible al haber pasado la mano por la mampara.
    
    Sus pechos eran blancos y de aspecto sabroso, juvenil. Pezones oscuros y areolas grandes e hinchadas. Su vientre estaba plano y su sexo estaba irritado por la fricción. Mi mano fue directa hacia mi polla. No me sorprendió encontrarla totalmente erecta. Totalmente dispuesta. Totalmente lista. El agua caliente caía sobre el interior de la mampara y me obligaba a pasar la mano por el cristal con frecuencia para seguir viéndola.
    
    Sandra se llevaba los dedos a la boca y a su entrepierna alternativamente. Regaba con saliva su vulva y, a cambio, ésta iba adquiriendo un color más encendido. Yo me masturbaba sin poder contenerme ni pensar en otra cosa más que en hundir mi sexo en el de mi hermana. Mi excitación crecía tanto como menguaba mi reticencia a tener sexo con Sandra. Me imaginaba abriendo la puerta y tumbándola sobre el suelo del cuarto de baño, ...
    ... rudamente. La alzaría las piernas y enterraría mi cara en su sexo. Bebería su esencia, mi boca escanciaría saliva sobre su raja y mi lengua tomaría el relevo de sus dedos.
    
    Sandra evitaba penetrarse. Sus dedos trazaban estelas húmedas por su sexo hinchado. Su clítoris asomaba entre restregones. Era del tamaño de un perdigón, de un rosa brillante, anegado de fluidos viscosos.
    
    Su lengua salía de entre sus labios y rebañaba las comisuras. Sonreía encantada de sentirse observada por mí. Se le notaba en su mirada empañada por el cristal y el deseo. Jadeaba, respiraba furiosamente. Palmeaba su sexo, chasqueando su carne ensalivada.
    
    Gemí sin poder aguantarme cuando el semen impactó sobre el cristal. Los chorretones espesos cayeron a distintas alturas en el cristal, mezclándose con el agua mientras el cerco iba desapareciendo y el cuerpo de mi hermana se desdibujaba.
    
    Su orgasmo llegó poco después. Gimió lastimosamente. Inspiró con fuerza y gimió de nuevo, como si la faltase el aliento. Sandra jadeó y luego, al final dejó escapar un largo suspiro. Pero su imagen, para entonces, ya había desaparecido. El vaho cubría todo el cristal y solo pude oírla.
    
    Mientras luchaba por tenerme en pie, con mis piernas trémulas, el vaho me impidió ver el milagro. Me hubiera encantado ver su cara. Apoyar mi mejilla en la suya y sentir su boca muy cerca de mí.
    
    Cuando salí de la ducha poco después ya no estaba. Ya tenía mi miembro duro de nuevo, preparado para la acometida. Estaba decidido a ...
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