-
Secuelas de una pandemia (VI): Punto P
Fecha: 10/04/2024, Categorías: Gays Autor: LetraEros, Fuente: CuentoRelatos
... seguido de un poderoso orgasmo, coronado por un lechazo abundante que le dio de lleno en la boca y aún más, salpicando el respaldo del sillón. Luego de un instante de silencio, Diego se acercó, puso una mano en la frente sudorosa de Pato y atinó a preguntar: –¿Estás bien, boludo? Con los ojos entornados, Pato desplegó una sonrisa que lo decía todo, para agregar luego: –De diez… ahora te toca a vos. Sin decir palabra, como cumpliendo una orden y apretándose la pija, Diego volvió a su sillón para comenzar con su parte. Recorría la puerta del hoyo, volvía a escupirse los dedos, pero no pasaba de allí. Vencer sus propios prejuicios era más difícil de lo que imaginaba; él, tan zarpadito, tan guarrito, tan cogedor… meterse un dedo en el ojete era dar paso al puto que no quería ser, y en esas ideas inconexas estaba cuando la voz de Pato, en un susurro le propuso. –Por mí no hay drama. ¿Te ayudo? Tomado de sorpresa, atinó a asentir con la mirada. Había comenzado a transpirar. Las hormonas, la adrenalina hacían su trabajo acelerando el pulso y despertando al olfato un olor a macho inconfundible segregado por el sudor. Entregado a su deseo, sintió cómo el dedo índice de ...
... Pato empujaba el agujero tibio que se resistía involuntariamente a ser penetrado. El miedo era un abismo que se abría ante sus ojos, pero la calentura podía más; quería saber qué era eso, experimentar ese gozo y de golpe, un nuevo placer desbloqueado. Apenas unos centímetros fueron suficientes para dejarlo mudo, para obligarlo a retener la respiración, para experimentar un leve dolor que merecía ser paladeado. Involuntariamente cerró los puños, luego tomó un almohadón cercano y se lo llevó a la boca. Pato jugaba con ese agujero con un morbo que resultaba imparable, mientras que con la otra mano pajeaba a su amigo, que ya se había entregado sin resistencia alguna y, con un envión que resultó más natural de lo que ambos esperaban, el dedo entero hizo su magia. “¡Hijo de puta!” gritó Diego al tiempo que un chorro de semen caía sobre su pecho peludo que temblaba en cada convulsión de placer. Pato miraba a su amigo con embeleso, disfrutando de observar los gestos gozosos que se le dibujaban en la cara mientras su pulso se iba recuperando y su respiración volvía a la normalidad. Al cabo de unos instantes, Diego abrió los ojos y musitó un “gracias” desde lo más profundo de su ser.