Llamando al futuro por el nombre equivocado.
Fecha: 29/04/2024,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... llamo? ¿Qué hace una mujer como yo en un lugar como este? Ya voy viendo que las preguntas originales no son lo tuyo. ¿Qué sigue después? ¿A qué te dedicas? ¿Estudias o trabajas? ¿Casada o soltera? ¿Por qué no me preguntas algo más interesante?
Algo más interesante… ¿Qué quieres tú que te pregunte?
No lo sé, hay tantas cosas de las que podríamos hablar que seguro no habría tiempo para todas. Es difícil escoger un solo tema, pero creo que ya lo tengo. ¿Por qué no me preguntas… si prefiero que me la metas por delante o por detrás?
¡¿Qué?!
La directa y atrevida insinuación de Yolanda le calló por sorpresa al pávido individuo. No es que la idea de acostarse con ella no hubiera pasado por la mente del solitario hombre, tampoco es que le faltaran ánimos, pero ese no había sido el único motivo por el que se le había acercado. Desde hacía dos noches, los pensamientos de Ernesto eran ocupados en gran parte del día por aquella inquietante silueta de caprichosos trazos. Soñaba con saber su nombre, sus secretos, lo que la hacía feliz y lo que la hacía llorar. Deseaba hacerle un espacio en su menguada vida para luego construir juntos un futuro, quizá unidos por los sexos, compartiendo intimidades, pero no apenas empezando el viaje. Sus intenciones eran distintas, y aún cuando otro en su lugar hubiera pegado de brincos al vérsele facilitado el trabajo él se sintió un poco decepcionado y quiso marcharse del lugar. Su entrepierna no se lo permitió.
¿Por qué pones esa cara? ¿No ...
... es eso lo que quieres: saber por cuál de mis agujeros me vas a bombear? Nuestros nombres y todo lo demás son pura pérdida de tiempo, ¿no lo crees? Si vamos a terminar en la cama con tu semen en mis tetas, ¿para qué detenernos en estúpidas cortesías? Salgamos de aquí. Salgamos de aquí y vayamos a tu departamento. Porque supongo que tienes uno, ¿o no?
Sí, no está muy lejos de aquí.
¡Vamos entonces! Vamos y ya verás como nos conocemos por todas partes.
Yolanda se levantó, y luego de dejar sobre la barra dinero suficiente para cubrir la cuenta de ambos, tomó a Ernesto de la mano y lo condujo hacia la salida. Caminaron por entre las mesas y salieron de aquella cantina, con la intención de emborracharse con esencias más espesas.
Aunque aquella mujer cuyo nombre aún desconocía seguía ejerciendo sobre mí una inexplicable y fuerte atracción, el toque de magia con que mi imaginación había dotado al que pensé sería un maravilloso encuentro, una larga y profunda charla que araría la tierra donde nuestras semillas serían plantadas para darle fruto a una nueva vida que con un poco de suerte tendría la forma de ese bebé con el que tanto había soñado, se había ido, ya no estaba. Esa melancolía, esa tristeza que desde lejos, que yo en mi mesa y ella en la barra me cautivaba, ese vacío a su alrededor pidiéndome en silencio llenarlo con mis penas, se había evaporizado por el calor de sus palabras. Mis pies se movían al compás de los suyos, pero algo se nos había quedado en aquella ...