Llamando al futuro por el nombre equivocado.
Fecha: 29/04/2024,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... junto con los ahorros de una vida y una amistad que creía sincera, la tercera noche que me la encontraba y la última que me quedaría nada más mirándola, nada más preguntándome qué sabor tendría su piel, dibujando en el pensamiento su perfecta y cálida desnudez, los lunares en su espalda y las estrías en su cadera, la celulitis en sus piernas y la rigidez de sus pezones. Sorbí de mi copa como para darme valor, me puse de pie, me acomodé el arrugado saco y me dirigí hacia ella, a paso lento, permitiéndome pensar en las palabras exactas para abordarla, en la frase idónea para conquistarla.
Disculpa, tu cara me parece familiar. ¿Nos conocemos de alguna parte?
Ernesto había ideado un discurso entero para cautivar a esa bella mujer de la barra, pero al verla más de cerca no pudo más que soltarle esa estúpida pregunta. Y no es que de repente hubiera preferido usar la técnica del ¿te conozco?, sino que en verdad aquellas facciones le resultaban conocidas, recordaba haberlas visto caminando frente a él, expresando la misma melancolía con que en ese momento lo miraron. Recorrió los desordenados pasillos de su mente tratando de adivinar algún detalle que le indicara el lugar exacto en el que aquel bello rostro le regalara unos segundos de su preciosidad, pero concentrarse era algo difícil estando parado junto a esa dama. Era como si la delicadeza y maestría con que Yolanda agitaba su bebida lo hubiera hechizado, como si las cicatrices dibujadas sobre aquellos tristes y negros ...
... ojos le desvanecieran la razón, lo obligaran a ya no pensar. Sentándose a su lado, sin quitarle un instante la vista de encima y casi derramándosele la saliva por los labios, el extrañado sujeto volvió a interrogarla.
¿Nos conocemos de alguna parte?
No lo creo, pero eso tiene remedio. Si te quitas la ropa, ya te diré yo de qué parte te conozco.
Al pronunciar aquellas palabras, Yolanda consiguió arrancarle una sonrisa al presunto conocido. Los amarillentos dientes de Ernesto se revelaron sin pudor, como si el blanco fuera su color. La mujer descubrió en aquel gesto una inexplicable felicidad y un poco de esa inocencia y confianza perdida. A punto estuvo de sonreír también, pero le bastó revivir los hechos que la condujeran hasta aquel sitio para reprimir esa súbita alegría. Por un instante, tan sólo por un instante sintió unas imprevistas ganas de abrazarlo sin motivo aparente, de recostarle la cabeza en el hombro y ponerse a llorar como una cría. Se mordió ligeramente el labio, tan ligeramente que sus colmillos dejaron una marca sobre la tersa piel decorada con labial carmín. Le dio un trago a su bebida, sacudió su larga y negra cabellera y continuó con el coqueteo, ese con el que esperaba pavimentar el camino hacia la cama de aquel atractivo hombre.
Entonces, ¿qué? ¿No te vas a desnudar? ¿No quieres que te diga de qué parte te conozco?
No, creo que me quedaré con la duda. Mejor dime cómo te llamas, qué hace una mujer como tú en un lugar como este.
¿Cómo me ...