1. El nuevo amor


    Fecha: 21/05/2024, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Remedios, en pijama, pantalón y camisa, avanzó descalza por el saloncito iluminado brevemente por una lamparita de noche con tulipa color rosa. Vio a Manuel tumbado bocarriba sobre la cama. Dormía, oyó su respiración serena; estaba desnudo, vio la polla en reposo sobre uno de sus muslos. Remedios salivó: tenía hambre. Se acercó a los pies de la cama, se subió en esta, entre las piernas de Manuel, de rodillas. Se quitó la camisa dejando sus tetas grávidas al descubierto. Inclinó el torso hasta tocar con su boca la polla de Manuel que, al instante, se enderezó. Oyó a Manuel: "Remedios, ¿eres tú?". Su voz era ronca. "Soy yo, cariño", dijo Remedios en un susurro. Remedios acarició el velludo torso del hombre que tenía debajo. "Manuel, nos conocimos hace dos meses y una semana", dijo Remedios; "Sí", carraspeó Manuel; "¿Ahora, qué soy yo para ti?"; "Te recogí de la calle, ¿no te acuerdas?", musitó Manuel; "Sí, me acuerdo, sí, pero ¿qué soy para ti, Manuel?"; "Te bañé, te alimenté, te hice un lado en mi cama..., Remedios, fóllame". Remedios se contorsionó para deshacerse del pantalón del pijama y las bragas; luego, a horcajadas sobre Manuel se metió la polla, dura, hinchada, en el chocho. "Oh, Remedios", suspiró Manuel. Remedios, rebotando sobre el pubis de Manuel no podía creer lo que le estaba sucediendo, porque, sobreviniéndola un orgasmo tras otro, en ese momento, "Ah, Manuel", se sentía la mujer más dichosa del universo.
    
    Remedios y Manuel se conocieron hace dos meses y una ...
    ... semana; no, no le ha fallado la memoria a Remedios: se ve que está buena, la memoria. Manuel, paseante empedernido, atravesaba a menudo la popular Plaza de La Merced; fue allí, estando sentada en un banco, donde vio a Remedios. Se fijó en ella porque no cesaba de garrapatear libretas, de esas de tamaño A-4. Manuel no sabía si escribía, dibujaba o las dos cosas y se acercó. Remedios desprendía olor a sudor rancio; Manuel comprendió que vivía en la calle. No tendría más de treinta años Remedios; bajo la melena negra, larga y lisa, se asomaba una cara redonda, mofletuda y tostada por el sol; sus ojos eran pequeños. Tenía Remedios unos hombros robustos y redondos; las tetas se adivinaban anchas, grandes, bajo la sudadera; la cintura, recta, las caderas, anchas. Iba descalza: los pies eran de muñeca de juguete. "Hola, ¿cómo estás?", saludó Manuel.
    
    Cómo iba a estar Remedios: pobre, desahuciada, desquiciada; medio loca.
    
    "¿Qué quieres tú?", le soltó a Manuel de sopetón; "No, nada, siento curiosidad..., ¿qué tienes en la libreta?", se interesó Manuel; "Escribo un diario"; "¿Y esos dibujos?"; "También lo ilustro". No podía Manuel dejar de hacer esta pregunta: "¿Has comido algo hoy?"; "Un paquete de gusanitos"; "Ven, vente conmigo...".
    
    Dijo que la invitaba a comer en su casa. Remedios, rehusando, dijo: "Tú quieres acostarte conmigo". Costó trabajo convencerla a Manuel de que no eran esas sus intenciones, aunque sí las fueran posteriormente. De camino a su casa conoció su nombre, ...
«12»