Feminización
Fecha: 06/07/2024,
Categorías:
Transexuales
Autor: Ivanvorpatril, Fuente: CuentoRelatos
Es deliciosa, dulce, sexi y con un cuerpo precioso, una carita angelical y una polla enorme. Toda una morenaza. Es transexual y ¡qué!, me gusta, me hechiza, me la como en cuanto puedo lamer toda su suave y cuidada piel, desde los dedos de los pies a la nuca, por su elegante y fino cuello.
Desde luego ella se cuida mucho, no descuida sus tratamientos médicos, el ejercicio, la estética. Del depilado perfecto a la hidratación y el maquillaje, la ropa provocativa, la sensual lencería que no puede ni pretende esconder su rabo.
Ahora lo cuento así claro. Soy feliz teniéndola en mi cama, despertando cada día a su lado. Mirando su dulce rostro cada amanecer, a veces entre mis piernas con mi polla en su boca. Otras era yo quien la despertaba lamiendo su suave piel. Nos amamos.
Sabiendo que su duro culito o su boquita siempre perfecta de carmín acogen mi polla o que la suya se abre paso entre mis nalgas y entre mis labios para darme todo el placer que nos merecemos después de todo lo que pasamos juntos para llegar aquí.
Pero todo eso es hoy, el principio no fue tan sencillo claro, mis dudas y las suyas. Fue un largo y duro camino el que hicimos juntos.
Cuando la conocí era un chico de diez y nueve años tímido, dulce delgado y guapo. Eso era lo que se veía desde fuera. No sus sentimientos ni sus anhelos. Esto me costó algo mas de tiempo averiguarlo.
Le contrató su tío con diez y nueve años para mantener abierto el bar unas horas más por la noche. Yo iba a ese bar ...
... por costumbre. Me pillaba cerca de casa, al lado de la urbanización y era un sitio discreto y bonito entre robles en un descampado. Podía llegar allí caminando y volver tranquilo aunque me hubiera pasado de copas.
Mi historia había sido larga y tumultuosa, había probado ya de todo. Divorciado dos veces, morboso y de vuelta de muchas cosas. El chico desde luego me gustaba, solo porque era guapo y estaba bueno. Así lo sentía en ese momento.
Me había pajeado alguna vez a su salud en mi cama, a solas. Imaginaba lo que escondían sus vaqueros y pensando en lo que me gustaría hacer con ello. En el prieto culito y en la dura polla.
Muchas noches al salir del trabajo me pasaba por allí y me quedaba hasta que él echaba el cierre. Sin ganas de volver a una casa vacía. Disfrutando tan solo con verle moverse o como algún zorrón vestida sexi intentaba ligarlo enseñándole carne, escote o muslo.
Exhibición de la que yo no perdía detalle disfrutando del espectáculo. Cuanta mas piel expuesta fuera de quien fuera mejor, mujeres u hombres. Admito mi cinismo de esa época.
Pero el chico cada vez me gustaba más, me quedaba charlando con él junto a la barra o sentados en mi mesa entre los árboles del jardín. Y a él yo no parecía disgustarle pues me hacía compañía, cuando había pocos clientes, con una bonita sonrisa.
El verano apretaba cada vez más. Llevábamos menos ropa y las confidencias se hacían mas intimas. Ya parecíamos amigos. Yo fui el primero que admitió haber tenido haber ...