LA AMIGA DE MI MUJER
Fecha: 13/08/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: andy, Fuente: RelatosEróticos
... también de sus suaves lamidas y dulces besos.
Yo mientras tanto, solamente atinaba a mantenerme atento para no subirme a una vereda y de un posible encuentro con otro vehículo o con la ronda nocturna de la policía.
Esta delicia de trabajo bucal y manual que me regalaba Rosita no duró mucho, no por causa de ella sino por mí. Estaba, como dicen los muchachos, con “los porongos llenos” y la delicada sapiencia y candor que le puso Rosita a la mamada que me estaba dando, hizo que en no más de algunas cuadras de recorrido, llegara a eyacular en una forma que sentí como si tuviera un volcán en ebullición. Me puse rígido.
Rosita recibió todo en su boca y se lo pasó sin ningún aspaviento. No tenía alternativa.
Es más, me sacó con la boca la última gota de mí esencia vital, ayudándose con sus manos.
Al final, tuve que estacionar en un lugar oscuro y discreto para arreglarme la ropa y evitar huellas delatoras mientras que ella con un “kleenex” corregía la pintura de sus labios. Recién allí aprovechamos para besarnos con una pasión que hacía tiempo no experimentaba. Su sabia lengua me hacía vibrar y despertaba rápidamente mis zonas erógenas. Al tocarla y levantarle la falda para acariciar su sexo, que ya era una obsesión para mí, noté que estaba mojadita, tanto que había humedecido los pantis que llevaba puestos. Inicié a acariciar su vulva sobre ellos, lo más delicadamente que podía. Ella vibraba, la piel de sus brazos se le puso como “piel de gallina” y la temperatura ...
... de su cara estaba encendida. Yo sentía nuevamente que mi pene se erguía.
Ante la incomodidad del carro y del lugar, Rosita que estaba con la cabeza hacia atrás y recostada en su asiento y sus muslos entre abiertos, atinó a decirme con voz llena de deseo: -
Crees que podrías ayudarme a quitarme los pantis en mi casa. Acá me da miedo.
Encantado mi amor, respondí.
Retirando mi mano de sus entre piernas, retorné mi asiento a su lugar y arranqué sin pensar en la hora ni en mi mujer, que seguramente ya estaba roncando. Por fin estaba sólo con la mujer que me había seducido y que prometía excepcionales momentos de placer que hacía tiempo no vivía.
Pues entonces, ¡vamos!, le dije, enrumbando a su casa, mientras ella procedía a acomodarse la blusa, la falda y el peinado. En unos pocos minutos llegamos y al bajar, Rosita poniéndose un dedo sobre sus labios, me dijo: -
Trata de no hacer ruido porque los vecinos saben que mi marido está de viaje.
Cerré con cuidado el carro y me dirigí a la puerta que ya Rosita había abierto silenciosamente.
Tomándome de la mano y sin encender las luces de la casa, me llevó a la habitación de servicio.
Esta era pequeña y hacía las veces de depósito de las cosas de poco uso, incluyendo un mueble donde estaban ordenadamente ubicadas una serie de cajas. Había una ventana alta, que daba ventilación y un diván de cuero al lado de una pantalla de pie de luz regulable.
Prendió el foco, dejando iluminada tenuemente la habitación. Allí ...