1. Siglo XIX (Los hombres)


    Fecha: 16/08/2024, Categorías: Gays Autor: Ivanvorpatril, Fuente: CuentoRelatos

    ... consigue llevar primero sus dedos al ano de su amante y dilatarlo con mimo. El maduro se deja, por supuesto lo está deseando. De hecho se recuesta hacia atrás apoyando la espalda en la inclinada orilla y levanta los muslos para facilitar la tarea. Por suerte la piedra sobre la que se apoyan pulida por los siglos de agua que han corrido sobre ella es suave y amplia.
    
    El joven se sitúa entre las piernas y dirige el glande hacia el agujero que se le ofrece. Así pueden mirarse, ver las caras y gestos de placer que pone el otro. El caballerizo pellizca los pezones del chico mientras va siendo penetrado dulcemente.
    
    El cuerpo delgado de éste engaña y posee más fuerza de la que parece. Consigue sujetar las piernas por las corvas y empezar a follarlo con energía. El moreno se sujeta a unos hierbajos de la orilla y se muerde el labio para evitar gemir y gritar tan alto su placer que lo oigan desde la casa.
    
    Luis gira la cabeza y alcanza un tobillo que empieza a lamer. Ágil, sigue por el pie, por la planta, por los dedos, usando la lengua en la piel dura y callosa, sin dejar de mover la cadera. Pero no le importa, está consiguiendo todo lo que deseaba.
    
    La polla del maduro golpea su propio vientre, el glande llega al ombligo, al ritmo que le imprime el joven.
    
    Ninguno de los dos aguanta mucho tiempo ese placer que se dan. Luis es el primero en correrse dentro del culo y sigue moviéndose sin sacarla hasta que se queda floja y se sale sola. Con la agilidad que ha demostrado ...
    ... hasta ahora se inclina y recoge la dura polla que lo espera con la boca.
    
    No necesita usar las manos para ello mientras se mete el duro glande en la boca y lo acaricia con la legua. Con una mano sujeta los peludos testículos y los acaricia mientras usa la otra para pellizcar un pezón y acariciar el velludo pecho. Para tragarla todo lo que podía sin que el otro le obligara a nada.
    
    Mientras tanto como sucede a menudo en el norte el cielo se iba encapotando. Casi sin previo aviso una lluvia de verano empezó a caer sobre los dos. Corriendo desnudos, con la ropa en las manos, atravesando la pradera escondidos de las ventanas de la casa por los arbustos se refugiaron en la cuadra. Riendo llegaron hasta el cuarto donde dormía el caballerizo.
    
    Luis se arrojó sobre el colchón boca abajo dejando sus duras nalgas a la golosa vista del hombre. Este lo contemplaba, casi babeando, desde la puerta asombrado de tenerlo así. Se acerca despacio y se inclina sobre el cuerpo del joven.
    
    Deposita un dulce beso en una de sus nalgas como promesa del placer que vendrá. Las separa con sus fuertes y callosas manos, la lengua empieza a recorrer la piel suave, recorriendo la raja y buscando el ano.
    
    Cuando la húmeda se clavó en el cerrado agujerito un gemido profundo, desde el interior de su pecho, escapó de la garganta de Luis. El culito poco acostumbrado a ese trato se fue abriendo, despacio y relajándose.
    
    A esas alturas esperaba ansioso más que una lengua. Pero el otro era paciente, ...