1. Masajes con final feliz (parte 1)


    Fecha: 22/08/2024, Categorías: Lesbianas Autor: Martina Paz, Fuente: CuentoRelatos

    Conocí a Camila de casualidad y, no lo voy a negar, por ingenua. Venía de una semana muy cargada en el trabajo. Inicio de clases, últimos exámenes libres. Muy atrás quedó la fantasía de la profe lujuriosa para dar lugar a la profe histérica y sin tiempo para nada. Ese viernes necesitaba relajarme. Llamé a Flavia, mi masajista de siempre, pero todavía estaba de vacaciones. Me pasó los contactos de algunos colegas, pero ninguno me convenció. Decidí buscar en internet. Puse en el buscador “masajistas por Palermo”. La primera opción era Camila. Doy gracias a los dioses por eso.
    
    De entrada, me pareció raro que trabajase durante toda la noche, pero mis ganas de sentirme más liviana pudieron más. Acordamos una cita para las 23 en mi departamento. Llegó puntual. Su apariencia no era la de una masajista común. Parecía lista para ir a una fiesta. Tenía un vestido ajustado negro, con un escote que dejaba muy poco para la imaginación. No me parece correcto juzgar a las personas por su manera de vestir, así que no me preocupé. Nos saludamos con un beso y un abrazo, como si nos conociéramos de toda la vida. Su pelo enrulado, sus brazos y piernas cubiertos de tatuajes y su inmensa sonrisa, contrastaban abismalmente con mi presencia de esa noche. Le ofrecí algo de tomar, pidió agua y lo agradeció. Lo bebió de un saque de pie, en la cocina, mientras mis ojos la analizaban como si tuviese rayos X. lo notó y sonrió por ello. Me pregunta que si estaba nerviosa. Fingí demencia y le dije que ...
    ... no. “¿Vamos a la cama?”, me preguntó con una sonrisa que decía demasiadas cosas.
    
    En la habitación, me pidió que me quitara la ropa. “¿Toda?”, le pregunté. Me dijo que podía dejarme la parte de abajo, cosa que hice. Me acosté boca abajo en el centro de la cama. La perdí de vista, pero sentía como iba y venía por la habitación, hasta que el tacto de sus manos en mis pies me hizo estremecer. “Tranquila, recién empezamos”, comentó. Me masajeó los pies untándolos en un aceite que, a medida que lo manipulaba, se sentía mas caliente. De a poco iba subiendo por mis piernas, deteniendo en cada zona. Desde el principio, mi cuerpo entró en un estado total de relajación que muy pocas veces había sentido antes. Al llegar a mis muslos, volvió a esparcir el aceite. “¿Cómo te sentís?”, me preguntó. “Como en una nube”, respondí tontamente. Me devolvió una sonrisa que, a pesar de no haber sonado, la sentí clavarse en mi nuca.
    
    Sentí sus manos rosar varias veces mis nalgas, pero no se detuvo y subió hasta mi espalda baja. El calor ejercido por el movimiento de sus manos, aceitadas, con mi piel, me estaba haciendo sentir demasiado calor en todo el cuerpo. Sentí como mi respiración relajada del comienzo, comenzaba a alterarse. Ella lo notó y bajó la intensidad del roce de sus manos. Me pidió que esté tranquila, acariciándome el pelo. Error. Nada me calienta más que me acaricien el pelo. Estaba casi desnuda, indefensa, a merced de las manos de una desconocida que me hacía sentir demasiadas ...
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