1. Una noche irrepetible


    Fecha: 25/10/2018, Categorías: Incesto Autor: jgiglia, Fuente: CuentoRelatos

    ... replicó ella, separándose empujándome con sus manos en mi tórax.
    
    Percibí picardía en la mirada de Erika. No caí en el por qué hasta que, fue donde había dejado su cartera, sacó una diminuta botellita con el contenido de color verde claro, desenroscó la tapita y se la llevó a la boca. Volvió junto a mí, pegó sus labios a los míos y derramó en un beso el ajenjo de su boca para mi boca. Tragué la dosis y la sorpresa.
    
    Tomó, mi mano derecha y la llevó debajo de su vestido en su zona púbica depilada, protegida sólo por la bombacha - algo más que húmeda algo menos que mojada - y la soltó (segura que de allí me costaría retirarla) para, acto seguido, ir en procura de mi crecida y palpitante entrepierna.
    
    Fue el “déjate de prolegómenos y vamos al grano”. Instantes después éramos dos cráteres próximos a despedir lava.
    
    Lo que sucedió, a partir de ese momento y por el resto del turno del hotel, fue un dejarse arrebatar por las pasiones, entregarse a la exaltación de los sentidos, casi sin moderación.
    
    No puedo asegurar si, entre el sinnúmero de emociones experimentadas por ambos, hubo algunas inéditas. Las que yo disfruté fueron desde superlativas a alucinantes, entre ellas el excelso Beso de Singapur que ella mechó con maestría y, según lo que pude apreciar en Erika (en sus pupilas dilatadas leía el deseo salvaje que la consumía, sus jadeos rebotaban entre las paredes de la habitación, sus caderas se meneaban urgidas, su lengua porfiaba juntarse con la mía en una danza ...
    ... erótica animal, su clítoris latía frenético estimulado por las caricias…) gozó de ramalazos de placer que, parecía, amenazaban con dejarla sin conciencia.
    
    Hubo profusión de orgasmos de ella y eyaculaciones profusas de mi parte, en su intimidad más profunda.
    
    Sin embargo, a la hora de irnos, convinimos que, nos debíamos, por lo menos, una réplica.
    
    Nos retiramos del hotel los dos en el mismo taxi que, previo dejarme en la playa de estacionamiento donde había estacionado el auto, siguió viaje a su departamento.
    
    Al entrar al dormitorio, luego de una nueva concienzuda higiene corporal y cepillado de dientes más allá de los tres minutos aconsejados y enjuague bucal con un colutorio –para prevenir la remota posibilidad de detección de aromas delatores– encontré a mi esposa, Iluminada por la tenue luz del velador que había olvidado apagar, profundamente dormida, una expresión grata, apacible en el rostro, destapada por lo templado de la noche, con el cuerpo descansando sobre su espalda, las piernas en V y una de sus manos apoyada cerca de su pubis.
    
    La escena apagó el cansancio y encendió el deseo. Era la primera vez que, de regreso de un acto de piratería sexual, experimentaba por mi esposa, a ese nivel, los reclamos, los aullidos de los genitales
    
    Súbitamente se me presentó la petaca de ajenjo español en el modular y el artificio hábil y mañoso de Erika en el hotel. Segundos después, munido de cuchara vertí sobre un terrón de azúcar una pequeña cantidad del líquido ...