Me cogió, en casa, el esposo de mi empleada doméstica
Fecha: 15/09/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos
Por un tiempo, cuando vivíamos en un enorme departamento alquilado, tuvimos una empleada doméstica. Mi esposo se dio cuenta que el departamento era demasiado grande y que yo sola no iba a poder mantenerlo limpio. Además, él se encaprichó en vivir allí. Era lindo, es cierto, pero para nosotros dos era inmenso, con dos pisos y muchas habitaciones. En una zona preciosa, pero un edificio antiguo, fue una ganga el precio de alquiler. Con lo que ahorrábamos en el pago del arrendamiento, mi esposo decidió contratar una doméstica para que limpie tres veces por semana.
Luisa, la doméstica, era una mujer algo mayor que yo. En ese momento tenía yo 27 años, ella seguro algo más de 30. Gordita y nalgona, de cabello muy negro, muy tupido y muy lacio. Muy morena y de labios carnosos. No me parecía bonita, pero seguro tenía su jale en su barrio pues claramente era muy coqueta. Cuando llegaba, se cambiaba toda su ropa, para ponerse la ropa en la que trabajaba. Incluso se cambiaba de ropa interior y siempre que me fijaba (pues dejaba todo colgado en el tendedero, supongo por alguna costumbre rara) sus tangas eran caras y realmente coquetas. Lo demás era ropa bonita pero barata, pero en las tangas sí que gastaba y bien.
Como a los tres meses que empezó a trabajar. Su esposo comenzó a recogerla. Ella terminaba a las 6pm su horario y algunas veces, cuando ya había concluido con sus labores, me pedía salir algunos minutos antes, pues su esposo la esperaba afuera. Cómo ya estaba todo hecho, ...
... la dejaba salir.
Un jueves, a último momento, mi esposo me pidió preparar una cena para unos amigos que habían llegado de viaje. Acepté pues me gusta cocinar y, aprovechando que Luisa estaba, le dije si me podía ayudar un par de horas más, que la pagaría las horas extras. Me dijo que sí, pero que bajaría a avisarle a su esposo para que vaya a dar una vuelta y regrese a las 8pm. Le dije que, si ella y él querían, que lo haga pasar y que vea tv en la sala de estar mientras la esperaba. Bajó y volvió con él. Martín, su esposo, era un hombre moreno, como ella. Fornido, de cabello ensortijado, labios muy carnosos. No era negro, pero seguro tenía muchos genes afroamericanos. Me saludó con respeto y pasó a la sala de estar.
Hacia las 7.30 terminé con Luisa lo que debíamos preparar. Le pagué por las dos horas acordadas y se retiró con su esposo.
La semana siguiente, de compras por el mercado del barrio, me encontré con Martín. Tenía un puesto de ventas de verduras. No lo sabía. Siempre iba a ese mercado y como no lo conocía, había pasado siempre por su puesto sin prestarle atención. Lo reconocí y lo saludé. Me reconoció también. Teniendo en su puesto algunas verduras que necesitaba, decidí comprarlas allí.
Desde ese momento, me convertí en su clienta. Nunca se lo comenté a Luisa, por descuido supongo. Como a los tres meses de compras habituales cada semana, ya podía decir que tenía mucha confianza con Martín. Me decía siempre “mi casera más linda” y me hacía “descuentos”. ...