Con el vecino
Fecha: 17/10/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Jose Caeli, Fuente: CuentoRelatos
Tú vecino, de los glúteos perfectos montaba en la bicicleta estática dándote la espalda. Como siempre a la misma hora y en la azotea de tu edificio.
Movía las nalgas prietas con ritmo, arriba y abajo, un lado a otro, al pedalear brioso con aquellas musculosas piernas.
La conjunción del chirrido de la cadena con el sonido de su respiración esforzada, apagó el ruido de tus pasos cuando te acercabas poco a poco a él.
Ya te había invitado hacer ejercicio con él, pero tú siempre ponías como pretexto que tenías que atender a tus hijos, que tenías que irlos a dejar a la escuela, que tenías que preparar la comida, apoyar a tu marido en su nuevo trabajo, etc., etc.
Pero con cada invitación te calentabas más y más, el vecino ya protagonizaba tus más candentes fantasías y en esta ocasión en la que tus hijos se fueron de campamento, le darías la sorpresa de aceptar su invitación hacer ejercicio.
Pero entiéndase que para hacer ejercicio hay de muchas maneras y tú estabas pensando en una sola.
No llevabas nada puesto excepto los pantalones cortos de montar en bici; si, ibas desnuda de la cintura hacia arriba, tus hermosos senos estaban descubiertos, dispuesta a todo, a realizar tus más oscuras fantasías sexuales.
Te recreas la visión con aquellos hombros anchos que ahora brillaban bañados en sudor, aunque sólo llevaba 2 minutos haciendo ejercicio, ya tenía el pelo aplastado contra la cabeza, aquellos largos rizos oscuros le marcaron su atractivo rostro y acababan ...
... enroscados en la nuca.
Le pasaste la mano por la espalda empapada y apretaste su hombro izquierdo para comprobar que su músculo deltoides estaba tan firme y duro como el resto del cuerpo.
Volteo sorprendido, te miro de cabeza a los pies con un deseo caliente. Detuvo su mirada admirando tus perfectos pezones, deseando besarte sin freno alguno.
Te inclinaste para besarle el hombro derecho, aquella sensación cálida y salada hizo que aumentara esa humedad que invadía tu entrepierna cada vez que veías el cuerpo semidesnudo de tu vecino.
El momento era perfecto, no había nadie en el edificio, tu esposo estaba trabajando en su nuevo puesto, los hijos están de campamento, el clima de esa mañana es primaveral y adecuado para tener sexo al aire libre.
El tipo de los glúteos perfectos dejó de pedalear y, sin bajar de la bici, volvió el tronco hacia ti para abrazarte. En cuanto te colocaste en el ángulo de sus piernas, notas la presión del pene, ya erecto, en tu vientre descubierto.
Arqueas la espalda y te frotas contra el hombre hasta que lo haces gemir. Luego él te coge por las amplias caderas y empieza a masajear las nalgas de tal modo que te animas a continuar lo que habías empezado.
Él mantiene la mirada clavada en tus senos desnudos, emites un profundo suspiro y compruebas que sus caricias provocaron que se te endurecieran los pezones, los levantas más con orgullo.
Inspiras el olor a almizcle que él desprende, y que el ejercicio y la excitación por verte habían ...