Cogí con el practicante de mi esposo
Fecha: 21/10/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos
Mi esposo es un machista de pene muy pequeño. El tamaño de su pene lo descubrí rápidamente, cuando éramos novios y empezamos a coger. Llegaba una de cada tres o cuatro veces cuando lo hacíamos, pero en esos tiempos no me importaba. En todo lo demás era perfecto. Como decía mi mamá “hija, es un hombre para casarse ya”.
Ya casados descubrí su machismo. No es un machista bruto y prepotente, sino todo lo contrario, sutil y de detalles finos. No me molestaba, era y es muy parecido a mi papá.
Con los años, cuando empecé a tener fantasías sexuales fuera de mi matrimonio, lo primero que venía a mi mente era tener un pene grande. Lo segundo era hacer cosas que lo humillen, que atenten contra su machismo. Es extraño pues sé que lo sigo amando, pero mis fantasías siempre eran por ambos senderos, un pene enorme que me hiciera gozar y el humillar a mi esposo.
Comencé a ver porno y tener chats hot, con eso quedaba muy caliente y cuando tenía sexo con mi esposo, gracias a lo avanzada que estaba, me hacía llegar ya casi siempre, cerraba mis ojos e imaginaba lo que había visto y recordaba todas las cosas sucias de las que había hablado y se me hacía muy fácil llegar, incluso con el pene pequeñito de mi esposo como herramienta.
Finalmente di el paso y cogí con otro hombre. De pene muy grande, dominante y experto en casadas. Me hizo volar en mi propia casa, lo que me abrió al mundo de ser infiel y a la vez humillar a mi esposo. Sé que no lo hago por mala, sólo por placer y ...
... morbo. En todo lo demás soy plenamente feliz con él, pero necesito sentirme viva y disfrutar mi cuerpo explorando mis fantasías.
Hace unos meses, en la empresa en la que trabaja mi esposo le asignaron un practicante, Pedro, un chico de 22 años. Como aún se trabajaba virtual, el chico venía a casa dos o tres veces a la semana, mi esposo coordinaba con él, le asignaba sus tareas y el chico las hacía en su propia casa. Más de una vez me mencionó que era un chico brillante.
Algunas veces, llegaba cuando mi esposo no había concluido una reunión virtual o no regresaba de una presencial. Me ponía a conversar con Pedro mientras lo esperaba. Era un joven claramente de condición muy modesta, había estudiado becado y era el primer de su promoción (me lo comentó con mucho orgullo), pero su ropa y sus modales, y el respeto con el que me trataba, lo mostraban claramente como alguien muy humilde. No aceptó llamarme Marta, ni siquiera señora Marta, siempre me decía “doña Marta”, yo me reía y le respondía que me hacía sentir muy vieja, pero él inmutable.
Más de una vez pensé en lo rico que sería cogérmelo en casa. Siendo el practicante de mi esposo no se me ocurría nada más humillante. Eso me excitaba ya mucho. Empecé a recibirlo en pijama cuando mi esposo no estaba en casa o en ropa sexy de casa cuando él estaba en reuniones por zoom. Pero jamás noté un mínimo cambio en su actitud. Tampoco estaba loca como para tirarme a su entrepierna y mamársela sin permiso.
Una mañana llegó al ...