1. Hoguera de banalidades


    Fecha: 31/10/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: Dr Arroyo, Fuente: CuentoRelatos

    Me tenías loco de deseo, pero también de amor. Y sé perfectamente que era amor porque no dudaba un instante en hacer lo que fuera por hacerte sonreír, por saber que estabas bien. Pero en ése momento, mientras peleábamos con una furia que hasta entonces desconocía en ti, lo que me dominaba era el deseo, la urgente necesidad de arrancarte la ropa y llevarte a una famosa cama de aquel museo (tesoro nacional testigo de varias de nuestras gloriosas derrotas militares) para demostrarte por qué las amantes de todos los presidentes de la república la han codiciado como un fetiche indispensable para su ego de trepadoras. Es un lugar común, pero algo de cierto hay en ellos: jamás te había visto tan descaradamente hermosa como esa noche en que peleábamos mientras al otro lado de una pesada puerta transcurría el evento que habíamos ayudado a organizar y del que participábamos en su coordinación.
    
    Tus ojos pasaban desconcertantemente del verde al ámbar veteado de azul, jamás pensé que ése fenómeno pudiera ocurrir en la vida real. O quizá eso percibí porque yo también estaba con la percepción alterada debido a la formidable pelea que sosteníamos. Nos dijimos las cosas más hirientes que pudimos pensar, ninguno de los dos salió ileso aquella noche. Nos ignoramos hostilmente el resto de la noche y cada quién se quedó con sus heridas en silencio. Hasta allí habíamos llegado y lo que seguía, forzosamente, era un inevitable alejamiento.
    
    O eso pensaba la noche de la pelea mientras vaciaba ...
    ... meticulosamente un trago luego de otro sin poder emborracharme del todo de tanta ira y dolor que sentía.
    
    Dos días después me enviste un mensaje de texto: que fuera a tu casa, había cosas que teníamos qué hablar. Ninguna buena conversación empieza así y pensé que tratabas de ser muy profesional y que la dichosa plática sería de temas exclusivamente profesionales. Con tal de verte, era capaz de soportarte en tus peores estados de ánimo y vaya si los había conocido todos ellos con precisión en los últimos meses. Salí corriendo a tu casa, un penthouse ubicado en un famoso vecindario de ricos y poderosos en nuestra ciudad. Abriste la enorme puerta y me dejaste entrar. Estabas mortalmente seria, pensé que el agobiante calor de ése día te tenía de mal humor.
    
    En realidad, hacía meses que cualquier cosa te tenía de un humor de perros. Tus maneras suaves y tu voz habitualmente muy controlada de nena bien educada en carísimos colegios privados ésta vez estaban notoriamente ausentes. Brusca, dura, con la voz más grave de tu tesitura normal y con la mirada encendida. El coraje no se te había pasado y quedó demostrado de inmediato porque empezamos a pelear otra vez, casi en el punto en que dejamos la pelea dos días atrás. Conforme la intensidad de la pelea subía me di cuenta de que no había nadie más en tu penthouse porque nadie acudió a ver qué pasaba ante la ya muy escandalosa pelea que sosteníamos. Y eso me hizo sentir temor, a saber de qué serías capaz en el paroxismo de la furia, ...
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