1. Hoguera de banalidades


    Fecha: 31/10/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: Dr Arroyo, Fuente: CuentoRelatos

    ... siendo millonaria no te sería nada difícil salirte con la tuya si decidías darme piso.
    
    Pero entonces sucedió algo que por más intentos de reconstrucción de la memoria que hago, no consigo recordar con precisión: de una pelea terrible pasamos a estar enlazados en un abrazo furioso y unos besos rabiosos. Como si quisiéramos callarnos el uno al otro con besos frenéticos que nada tenían de amor y mucho de deseo reprimido. Porque yo estaba loco de amor por ti, sí, pero también de deseo. Era una deliciosa tortura contemplarte casi a diario y perderme en tus ojos verdes, soñar con besar tu boca y delirar secretamente con tu cuerpo.
    
    Y ahora, en el peor de los momentos, estabas en mis brazos. Besándome con ira infinita, abrazándome como si me echaras en cara que me abrazaras. Metiste un muslo entre mis piernas y nunca me quedó claro si era una caricia muy ruda o el intento de un rodillazo bien aplicado. A partir de ése punto, absolutamente todo me vino importando una reverenda tiznada. Te abracé por la cintura pegándote con mucha fuerza a mi cuerpo mientras seguía besándote. Más de una vez temí que me arrancaras la lengua o un labio de una dentellada, pero imagino que tenías el mismo temor y ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder ante el otro.
    
    Estaba seguro de recibir un golpe o un balazo al ponerte las manos en las nalgas que tantos delirios me había provocado. Tu reacción fue empezar a abrirme la camisa desesperadamente y morderme el pecho con ganas de hacerme gritar ...
    ... de dolor o placer, no te interesaba cuál de las dos. A su vez no quise esperar y metí una mano por los jeans ajustados que lucias como nadie buscando palpar la piel desnuda de tus nalgas. Me miraste con ira y me soltaste una muy bien asestada cachetada que no me inmutó porque con la otra mano sujeté firmemente el cabello de tu nuca obligándote a echar la cabeza hacia atrás y plantándote un iracundo beso mientras la mano que disfrutabas en las nalgas (tu respiración y garganta te delataban) buscó tu culo y lo tocó por vez primera. Me dijiste que era un cabrón.
    
    Saqué la mano de tus nalgas y la olí. Era exactamente el olor que pensé que tenías: un sudor poderoso, enervante, a hembra cachonda y cogelona. La punta de mis dedos venía húmeda de tu vulva que ya estaba manando generosas cantidades de líquido y ese fluido se juntaba con el sudor que corría en medio de tus nalgas.
    
    Ese mismo olor lo había alcanzado a percibir muy lejanamente, casi adivinándolo, cuando en otros momentos estabas sentada junto a mí e intempestivamente te levantabas por algo, en ése preciso instante percibía el fantasma de ése olor. No me dejaste seguir en mis cavilaciones de recuerdos baratos, me arrojaste sobre uno de los sillones de la sala de tu casa y me montaste, aún los dos vestidos, y empezaste a frotar tu pelvis desesperadamente contra mi verga. Confirmé lo que llevaba mucho tiempo pensando: tenías una fuerza física temible, mujer delgada pero de poderosas piernas, caderas generosas, nalgas ...
«1234...7»