1. Lo que pasó el 25 al lado del nacimiento, a escondidas


    Fecha: 22/11/2024, Categorías: Confesiones Autor: Palaner, Fuente: CuentoRelatos

    Ese año estábamos celebrando, entre otras cosas, que nos habían elegido como pareja para servir en la iglesia.
    
    Preparábamos adultos para que hicieran su primera comunión y la confirmación después.
    
    Un tipo de evangelización exprés.
    
    La comunidad nos respetaba y añoraba vernos servir juntos.
    
    Eloína y yo recibíamos constantes invitaciones para dar pláticas y servicios a grupos que la iglesia apoyaba.
    
    Como era de esperarse, para navidades, celebraríamos juntos.
    
    Eloína en ese entonces tenía 34 años de edad. Una mujer de 1.58 cm de estatura. Delgada, tez morena, ojos rasgados, labios carnosos, sonrisa practicada y muy agradable.
    
    Lo que hacía atractiva a Eloína era su radiante feminidad, cómo caminaba, y sus gestos siempre muy delicados.
    
    Para mí, Eloína representaba una conquista. Para ese entonces yo tenía 24 años de edad. Mi tez es blanca y de cuerpo esbelto y rayando en lo atlético. Con 1.84 de estatura, Eloína se sentía atraída hacia mí y yo hacía ella.
    
    Recibida la invitación para cenar en su casa junto con su familia en esa navidad, acepté y pregunté los detalles pertinentes para respetar las costumbres familiares.
    
    Nada fuera de lo normal, una familia muy tradicional que gustaba de compartir y celebrar felizmente.
    
    Conocí al tío de Eloína, un tipo sumamente agradable que de lo único que hablaba era de las veces que bebía alcohol y las aventuras que cada copa le acompañaba.
    
    El papá de Eloína era un tipo sumamente atento, divertido y de carácter ...
    ... muy ligero.
    
    La hermana de Eloína, era de tez blanca, un poco más refinada que ella y muy fiel a su novio que no estaba presente.
    
    La madre de Eloína era la figura seria de la familia.
    
    Me hablaba en tonos más firmes.
    
    Me hacía preguntas que hacían que el resto de la mesa guardara silencio.
    
    Pero mi picardía y falta de pena hacía que mis respuestas se volvieran entretenimiento y amenidades.
    
    Después de proceder con todas las tradiciones al rededor del nacimiento, me invitaron a que me quedara a dormir en la casa.
    
    Específicamente en la sala, al lado del nacimiento.
    
    Acepté, ya que era de madrugada, y digamos que no andaba en una zona muy segura de la ciudad.
    
    Pusieron un par de sábanas y una almohada en el sofá más grande de la casa y me indicaron que ahí podía dormir.
    
    A lo que acepté sin chistar.
    
    Todos nos despedimos a nuestras respectivas camas muy felices.
    
    Mientras yo contemplaba la frialdad de la sala, la quietud, el silencio, y mi soledad, comencé a quedarme dormido.
    
    Justo cuando apenas bostezaba, escuché ruidos en la cocina, que estaba conectada al comedor, que conectaba, a su vez, la sala, donde yo estaba.
    
    Entre abrí los ojos y vi una silueta distinta.
    
    Eloína venía cargando sábanas y almohadas.
    
    Ella venía cubierta con una chamarra debajo de un abrigo muy afelpado.
    
    En efecto estábamos bajo cero grados centígrados.
    
    Se me acercó y me susurró al oído:
    
    No te levantes, me pidió mi mamá que te trajera esto, porque al parecer la ...
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