1. Una noche extraordinaria con un amigo de confianza


    Fecha: 15/01/2025, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... orejas grandes y su nariz ancha eran llamativas, no así su boca que no tenía nada de raro. Tenía extremidades gruesas y vientre medianamente inflado, con rollitos de grasa debajo del pecho. Los músculos de la espalda y los hombros los tenía bien desarrollados. Tenía un metro ochenta y uno y su voz era grave.
    
    Tomás era un hombre atractivo, de buena fama y voz de seductor. Tenía piel blanca, ojos celestes, cabello rubio recortado en la parte de atrás y con flequillos caídos en la parte frontal, cejas finas, nariz pequeña, orejas diminutas, labios pálidos, una comisura bien marcada, mejillas rojizas, barbilla rectangular y sin vellos, una nuez de Adán apenas visible, cuello enjuto, pectorales firmes, abdomen definido, cintura angosta, brazos de tenista, glúteos carnosos, muslos rígidos, pantorrillas delgadas y manos huesudas con uñas limadas. Su cuerpo estilizado estaba depilado e impecable. Tenía un metro sesenta y siete.
    
    Alfredo se había contactado con Román para pedirle que lo llevara hasta el casino de Concordia, que quedaba a nueve kilómetros del barrio en donde vivía. Román no tuvo ningún inconveniente en decirle que sí, aceptó la petición sin problema. A eso de las ocho menos cuarto, sacó el viejo carro de la cochera: un Peugeot 306 de color azul, de finales del siglo XX. A pesar de tener varios años de uso, el automóvil parecía nuevo por lo bien cuidado que estaba.
    
    Alfredo se puso la mejor ropa para aparentar que tenía algo de dignidad. Un pantalón vaquero de ...
    ... color negro, una camisa gris a rayas, calcetines blancos y zapatillas de color azul marino fue lo que se puso, sin contar el perfume de mediana calidad que se echó en el cuello y en las axilas para disimular el olor a traspiración. Se miró en el espejo decenas de veces para cerciorarse de que lucía elegante, podía darse la oportunidad de toparse con una bella damisela que le invitase un trago.
    
    La casa que compartía con Máximo era pequeña, con ventanas enrejadas de un metro por un metro, puertas metálicas, paredes manchadas, techo con goteras y pisos de cerámico rugoso. Había un baño, una cocina, un living, dos habitaciones, un lavadero y un sótano en el interior; había un patiecito con sendero asfaltado que iba desde la entrada hasta la maltratada vereda, que estaba pegada a una pedregosa calle en pésimo estado. Era la vigésima tercera casa dentro de un barrio residencial en el que todas las viviendas eran parecidas.
    
    Salió a estirar las piernas cinco minutos antes, tomó el celular, ingresó a internet, chequeó la distancia a recorrer y los atajos en el mapa de Google. Se apercibió de que la mejor forma de llegar al casino era tomando la avenida Sorvieri, la más extensa y estropeada de la ciudad, y luego doblar por una calle en pendiente hasta meterse en el área baja del distrito comercial, atiborrado de lujosos locales que vendían productos de excelente calidad. Dado que no había dónde estacionar, tenía pensado bajarse a tres cuadras del casino.
    
    Conocía la avenida ...
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