Llorando por un orgasmo
Fecha: 15/01/2025,
Categorías:
Gays
Autor: Einar Cano, Fuente: CuentoRelatos
A mediados de octubre de aquel 2012 cometí una estupidez que me pudo costar caro, no lo pensé, me dejé llevar por mi lujuria desenfrenada.
Tenía un fetiche, practicar sexo a cambio de dinero, cobrar por follar, me ponía cachondo que un desconocido me usara, que me diera por el culo y luego se largara dejándome el dinero en la mesita de noche de un hostal barato y sórdido, que me usara y me dejara tirado.
Busqué sitios en Sevilla donde se pudieran encontrar prostitutos, ni se me ocurrió pensar como podrían recibir a un nuevo competidor, creía que era cuestión de llegar al lugar y esperar a que alguien me pidiera mis servicios, que todo sería sencillo, al final me dijeron que en la estación de autobuses de Plaza de Armas, por las noches, jóvenes rumanos y marroquíes ofrecían sus servicios a hombres maduros así que sin pensarlo decidí ir a probar.
Elegí un miércoles, bajé en moto hasta mi piso de soltero que ahora usaba como picadero, desde él hasta la estación había diez minutos andando, me cambié de ropa, me puse un chándal y una sudadera con capucha, sin ropa interior, me pareció más cómodo y la capucha me taparía la cara ayudada por la oscuridad de la noche.
Llegué a la estación sobre las nueve y media, subí las escaleras, no veía a nadie, tan solo un señor apoyado en la barandilla fumando un cigarrillo, dentro tampoco se veía demasiada gente, las taquillas e información estaban cerradas y los pocos viajeros o se dirigían a los andenes o a la calle, a mi derecha ...
... estaban los servicios así que fui hacia ellos. Al entrar me crucé con un señor que salía, no me fijé mucho en él, me coloqué en el último urinario, me bajé el chándal e hice como que meaba, los aseos estaban vacíos, nadie, me desilusioné, iba a guardarme la polla cuando se abrió la puerta, aguanté en el urinario, creo que era el hombre que salía cuando yo entré, vino directamente a mi lado, se sacó la polla y simuló estar meando.
- Hola – me miró de arriba abajo.
- Hola.
- ¿Nuevo por aquí?
- Sí.
- ¿Cuánto?
Se me encogió el estómago, el tipo estaba mirándome, tenía un rostro vulgar, sin afeitar, el pelo gris, casi blanco, más bajo que yo, calculo que sobre uno setenta y cinco, tal vez algo más, vestía con desaliño.
- Treinta
- ¿Es tu primera vez?
Asentí con la cabeza, el individuo me miró de arriba abajo, se fijó en mi culo y en mi cara.
- Eres demasiado mayor para mi gusto.
Me encogí de hombros como diciendo “es lo que hay, eres tú el que ha venido a mí”.
- Está bien, treinta si me haces una mamada y me dejas que te folle ese culo.
No sabía si había pedido mucho o poco, nuevamente moví la cabeza afirmativamente.
- Vamos sígueme.
- ¿No lo hacemos aquí?
- No, si viene el segurata llama a la policía.
Salió de la estación y dobló a la derecha, yo me había colocado la capucha en la cabeza y caminaba a su lado.
- Pensé que habría más gente.
- Has tenido suerte, la policía ha estado un rato antes de que tú llegaras y ha estado ...